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Interceptor, el último de los V8
Quienes han visto las dos primeras entregas de la saga «Mad Max» (1979), jamás podrán olvidar el coche que condujo Mel Gibson, el «Interceptor». Muchos os habreis preguntado qué coche es, pues bien, se trata de una versión personalizada de un Ford que se vendió únicamente en el mercado australiano.
Se trata de un Ford Falcon XB GT coupé de techo duro, modelo de 1973, del que se fabricaron menos de 1.000 unidades. El motor era un Ford Cleveland 351 V8 -por pulgadas cúbicas equivalente a 5.763 cc- con una potencia máxima de 300 caballos a 5.400 RPM y un par motor de 515 Nm a 3.400 RPM. La configuración era de 8 cilindros en V a 90º, motor delantero y tracción trasera, con cambio manual de 4 marchas. Era capaz de lanzar el coche a 100 Km/h en 8,1 segundos y lograba una velocidad punta de 193 Km/h. Los entusiastas de la mecánica podeis ver todos los datos técnicos del coche en el enlace del principio de este párrafo.
Para la primera película, se hicieron varios retoques estéticos al coche, inicialmente de serie, como la modificación del frontal (un accesorio de la época), los tubos de escape laterales o el gran turbocompresor supercargador Weiand 6-71. Siento defraudar a muchos, pero el compresor no funcionaba realmente y de los tubos de escape, sólo la mitad echaba humo.
Los más avispados se darían cuenta de que Mad Max acciona un tirador rojo, situado donde la palanca de cambios. Ese mecanismo teóricamente encendería el compresor para lograr más potencia, pero como se puede deducir, su utilidad práctica era nula en el coche real.
En una escena de la película, mientras Max Rockatansky conversa con un mecánico y con Ganso, le cuenta que el motor da 600 CV de potencia, debidos al compresor, el doble de lo que el motor real entregaba. Los aficionados al sonido de un buen «hot rod», si no han visto la película, merece la pena que vean al menos esa escena. El motor, con el silbido de la pieza falsa, suena deliciosamente a potencia americana.
Cuando acabó la película, el coche fue destinado a promocionarla y fue exhibido en algunas concentraciones de coches de entonces. Después fue puesto en venta y retocado mecánicamente para poder homologarse como coche de calle. A consecuencia de ello, perdió alguna de sus piezas. Debido al éxito de la primera entrega, la secuela tenía que llegar, por lo que los productores se hicieron de nuevo con el coche, y le hicieron algunas modificaciones en el compresor, las llantas, tubos de escape, etc.
El detalle que más llama la atención son los enormes depósitos supletorios sobre el maletero. También se retocó para darle un aspecto de desgaste. Las ruedas posteriores son diferentes a las de la primera película.
En la segunda película, «Max Max II: Los guerreros de la carretera» (1981), el Interceptor tenía que sufrir un aparatosísimo accidente, y se creó una réplica del coche original para destrozarlo. Ese segundo coche fue el que protagonizó las escenas de conducción, mientras que el original se utilizó para planos cortos y tomas del interior, que también fue modificado.
Al terminarse de rodar la escena del accidente, se lo acabó quedando uno de los mecánicos que lo preparó, en el mismo estado en el que quedó. Lamentablemente, algunos vándalos fueron robando diferentes piezas, como un tanque de combustible (aún lo están buscando). No queda gran cosa de él hoy día.
El primer coche estaba destinado a ser desguazado, pero fue rescatado por el chatarrero Ray Evans. Posteriormente, Bob Fursenko lo compró y se dedicó a restaurarlo completamente, pues presentaba algunos daños. Se gastó unos 25.000 dólares australianos en dejar el coche como nuevo. El primer lugar donde se vio públicamente tras restaurarlo fue en el Launceston Show, cobrando un dólar por persona, lo cual fue un tremendo éxito.
El coche pasó a los fondos del Museo nacional del motor de Australia, en Birdwood. El coche australiano más famoso de la película australiana más famosa no pasó inadvertido y se convirtió en una de las estrellas de la exposición. Allí se quedó durante años, hasta 1993.
El Interceptor suscitó el interés del fanático de los automóviles Peter Nelson, dueño del museo de Keswick, Reino Unido. No dudó en hacerse con él y entabló conversaciones con los responsables del museo. Tras varios envíos de cartas por avión, llegaron a un acuerdo. En la actualidad, el Interceptor no se ha movido del Cars of Stars Museum. Allí puede ser admirado junto a otras glorias del celuloide, como algunos batmóviles, el «Chitty Chitty Bang Bang», coches de James Bond, el MINI de Mr. Bean… Menos mal que un día alguien pensó que ese coche no merecía acabar como un amasijo de hierros en un lugar olvidado.
«Este es el único Interceptor de policía de Mel Gibson. Los demás son falsificaciones obvias, no me desharía de este coche ni por un millón de dólares australianos (unos 595.900 €) sencillamente porque es un coche único, aunque creo que algún día volverá a su tierra de origen porque es parte de la Historia de Australia». – Peter Nelson
Quienes han visto las dos primeras entregas de la saga «Mad Max» (1979), jamás podrán olvidar el coche que condujo Mel Gibson, el «Interceptor». Muchos os habreis preguntado qué coche es, pues bien, se trata de una versión personalizada de un Ford que se vendió únicamente en el mercado australiano.

Se trata de un Ford Falcon XB GT coupé de techo duro, modelo de 1973, del que se fabricaron menos de 1.000 unidades. El motor era un Ford Cleveland 351 V8 -por pulgadas cúbicas equivalente a 5.763 cc- con una potencia máxima de 300 caballos a 5.400 RPM y un par motor de 515 Nm a 3.400 RPM. La configuración era de 8 cilindros en V a 90º, motor delantero y tracción trasera, con cambio manual de 4 marchas. Era capaz de lanzar el coche a 100 Km/h en 8,1 segundos y lograba una velocidad punta de 193 Km/h. Los entusiastas de la mecánica podeis ver todos los datos técnicos del coche en el enlace del principio de este párrafo.

Para la primera película, se hicieron varios retoques estéticos al coche, inicialmente de serie, como la modificación del frontal (un accesorio de la época), los tubos de escape laterales o el gran turbocompresor supercargador Weiand 6-71. Siento defraudar a muchos, pero el compresor no funcionaba realmente y de los tubos de escape, sólo la mitad echaba humo.
Los más avispados se darían cuenta de que Mad Max acciona un tirador rojo, situado donde la palanca de cambios. Ese mecanismo teóricamente encendería el compresor para lograr más potencia, pero como se puede deducir, su utilidad práctica era nula en el coche real.
En una escena de la película, mientras Max Rockatansky conversa con un mecánico y con Ganso, le cuenta que el motor da 600 CV de potencia, debidos al compresor, el doble de lo que el motor real entregaba. Los aficionados al sonido de un buen «hot rod», si no han visto la película, merece la pena que vean al menos esa escena. El motor, con el silbido de la pieza falsa, suena deliciosamente a potencia americana.

Cuando acabó la película, el coche fue destinado a promocionarla y fue exhibido en algunas concentraciones de coches de entonces. Después fue puesto en venta y retocado mecánicamente para poder homologarse como coche de calle. A consecuencia de ello, perdió alguna de sus piezas. Debido al éxito de la primera entrega, la secuela tenía que llegar, por lo que los productores se hicieron de nuevo con el coche, y le hicieron algunas modificaciones en el compresor, las llantas, tubos de escape, etc.
El detalle que más llama la atención son los enormes depósitos supletorios sobre el maletero. También se retocó para darle un aspecto de desgaste. Las ruedas posteriores son diferentes a las de la primera película.

En la segunda película, «Max Max II: Los guerreros de la carretera» (1981), el Interceptor tenía que sufrir un aparatosísimo accidente, y se creó una réplica del coche original para destrozarlo. Ese segundo coche fue el que protagonizó las escenas de conducción, mientras que el original se utilizó para planos cortos y tomas del interior, que también fue modificado.
Al terminarse de rodar la escena del accidente, se lo acabó quedando uno de los mecánicos que lo preparó, en el mismo estado en el que quedó. Lamentablemente, algunos vándalos fueron robando diferentes piezas, como un tanque de combustible (aún lo están buscando). No queda gran cosa de él hoy día.

El primer coche estaba destinado a ser desguazado, pero fue rescatado por el chatarrero Ray Evans. Posteriormente, Bob Fursenko lo compró y se dedicó a restaurarlo completamente, pues presentaba algunos daños. Se gastó unos 25.000 dólares australianos en dejar el coche como nuevo. El primer lugar donde se vio públicamente tras restaurarlo fue en el Launceston Show, cobrando un dólar por persona, lo cual fue un tremendo éxito.

El coche pasó a los fondos del Museo nacional del motor de Australia, en Birdwood. El coche australiano más famoso de la película australiana más famosa no pasó inadvertido y se convirtió en una de las estrellas de la exposición. Allí se quedó durante años, hasta 1993.

El Interceptor suscitó el interés del fanático de los automóviles Peter Nelson, dueño del museo de Keswick, Reino Unido. No dudó en hacerse con él y entabló conversaciones con los responsables del museo. Tras varios envíos de cartas por avión, llegaron a un acuerdo. En la actualidad, el Interceptor no se ha movido del Cars of Stars Museum. Allí puede ser admirado junto a otras glorias del celuloide, como algunos batmóviles, el «Chitty Chitty Bang Bang», coches de James Bond, el MINI de Mr. Bean… Menos mal que un día alguien pensó que ese coche no merecía acabar como un amasijo de hierros en un lugar olvidado.

«Este es el único Interceptor de policía de Mel Gibson. Los demás son falsificaciones obvias, no me desharía de este coche ni por un millón de dólares australianos (unos 595.900 €) sencillamente porque es un coche único, aunque creo que algún día volverá a su tierra de origen porque es parte de la Historia de Australia». – Peter Nelson