Menudo infierno de coche. Cada vez son menos, pero todavía circulan coches sin aire acondicionado. A sus viajeros se les distingue cuando regresan de la playa, por las maniobras que hacen al subir a sus vehículos para no quemarse. Algunos han ideado curiosas fórmulas contra el calor. Yo creo que al periodista (DiarioSur) le ha dado una ola de calor de lleno :toimonst: VEHÍCULO. Cualquier medio de transporte puede englobarse en esta categoría, aunque de manera general se aplica a los coches. Sobre todo, cuando están equipados con aire acondicionado. En el caso contrario también podrían entrar en la definición de los hornos de pan. Máquinas que, por el efecto del calor, permiten convertir la masa de cereal y levadura en este completo alimento. Algunos de estos artilugios se han escapado de las panaderías y se han ido -como no podía ser de otra manera- a tomar el sol a la playa. Se pueden ver en arcenes y aparcamientos, esperando a su intrépido propietario. Precisamente en su momento de máxima ebullición, cuando la chapa comienza a irradiar energía y adquiere colores y brillos nuevos, en un acto de valentía (o masoquismo), a éste se le antoja ir a otra parte. Al abrir la puerta, una lengua de fuego advierte del peligro que entraña seguir por ese camino. Da un paso atrás. Duda. Se acuerda entonces de sus ancestros, que se lanzaron a una muerte segura en el mar por salvar las vidas de los marinos de la fragata alemana Gneisenau. Encoje el gesto y entra, no sin antes colocar la toalla, aún húmeda y sucia de barro playero (que no arena) sobre el asiento. Perrito caliente El perro que mueve la cabeza en la vandeja lo saluda con una leve inclinación desganada. El animalito parece boquear, con la lengua fuera, y clama al cielo por un poco de agua. El 'Elvis' de la luna delantera hace ya un rato que huyó. Sobre el asiento del copiloto están las gafas de ver, de pasta para más detalle. Al cogerlas prácticamente se deforman. Son tan maleables como el chicle. Algunos jóvenes dejan a posta las de sol, para adaptarlas al máximo a sus sienes. Así se llevan. El parasol permanece perfectamente plegado junto al asiento. Otra vez se le ha olvidado con las prisas. Al llegar, la prioridad absoluta era lograr un sitio cerca de la orilla. Ahora todo quema. Una gota de sudor se desplaza desde su frente, hace tobogán en la nariz y cae sobre el volante. En cuestión de segundos se ha evaporado, y solo queda el cerco. Con ayuda de un pañuelo abre las ventanillas, enciende el motor y pone el ventilador a escupir aire caliente a toda potencia. Ya en marcha, la corriente refresca un poco la cabina. Hasta llegar al semáforo, todo va bien. Pasados unos minutos, incluso se atreve a colocar el codo en el vano y esboza un gesto orgulloso que parece decir: «la llevo abierta para ver el paisaje». Ingenio La carencia agudiza el ingenio y ante esta abrumadora realidad sólo la infinita capacidad de inventiva del malagueño con coche y sin aire acondicionado puede idear soluciones como la de Pedro Moreno. Cansado de soportar estoicamente el calor, con su brazo izquierdo haciendo honor a su apellido, buceó en las tripas de su Opel Corsa, hasta dar con una parrilla de ventilación junto al capó que se desprendía con apenas dos tornillos. «El hueco comunicaba directamente con la cabina y permitía introducir dos pastillas con líquido congelante como las que se utilizan en los hospitales», explica. Una vez cargado el invento, los ventiladores aportaban un frescor muy agradable a los pasajeros. Lo malo es que su duración es muy limitada. De manera que durante el verano Pedro viaja siempre con una nevera portátil cargada con cartuchos congelados, para reponer los que se van derritiendo por el camino.
Jeje, no está mal lo del invento, el mío fue más artesano. Resulta que el año pasado tenía la boda de un amigo en Sanlúcar el 20 de agosto y me vine de Huelva como todos los viernes pero esta vez más temprano, me tocaba cruzar Sevilla sobre las dos y media de la tarde, con 43º en un Ibiza de primera generación sin aire ni nada que se le pareciera... Pues pasé Sevilla con las ventanas subidas y a una temperatura la mar de agradable. El tema consistía en que el Ibiza tenía en el vano motor una tolva comunicada con el habitáculo y que es la que recoge el aire de la carretera para el ventilador de la "climatización". Esa tolva tiene desagüe porque por ahí puede entrar agua de lluvia. Con 2 euros pude comprar dos bolsas de hielo en una gasolinera y puse la tolva a rebosar. Cuando el aire pasaba a través del hielo y se reconducía por el ventilador del coche entraba muuuuuuuy fresquito. Así llegué a Cádiz con sólo dos cubitos de hielo pero no parecía que me habían pegado una paliza entre Schwarzenegger y Stallone.
Cansado de soportar estoicamente el calor, con su brazo izquierdo haciendo honor a su apellido, buceó en las tripas de su Opel Corsa, hasta dar con una parrilla de ventilación junto al capó que se desprendía con apenas dos tornillos. Vaya este sigue la escuela arandelingtista del creador Gusiano, jaja.
