Emociona ver este anuncio. "No vaya a ser que" - Enrique San Francisco ------------------------------ El actor, que empezó con seis años y tuvo una de sus últimas apariciones en 'Cuéntame cómo pasó', murió de neumonía el mundo Lunes, 1 marzo 2021 - 15:44 Quique San Francisco en el Cine Kinki De todos los personajes que ha dado el cine español, ninguno tan determinantemente vacío en su gravedad, existencialmente profundo en su tristeza y hasta adverbial y ontológicamente (con 'o', no con 'a') tan cerca de la contradicción de vivir como Cascales; es decir, como Enrique San Francisco. El actor que interpretó al único personaje sin personaje que ha existido nunca -ése era Cascales en 'Amanece que no es poco' (1988)- murió, según la revista ¡Hola! a los 65 años a causa de una neumonía y el cine y buena parte de la televisión y del teatro se quedan huérfanos, por orden, de: a) la voz más genuinamente ronca y castigada, b) la mirada más cerca de Marty Feldman por estos pagos, c) el último superviviente del momento tan glorioso como oscuro vivido por la cinematografía de la Transición: el instante quinqui, d) el único ex legionario con capacidades interpretativas, e) el cómico al que no le hacía falta acabar ninguno de sus chistes (se le acababan solos), f) el mayor de los vagos consciente y hasta orgulloso de su molicie y g) el personaje sin personaje que por no tener no tenía ni vestuario: Cascales. Fue todo eso y, por aquello de llevar su nihilismo al extremo quizá, votante de Vox, el único votante de Vox del otro lado de la pantalla. Todo un regalo, sin duda, para cualquier entrevistador con poco o ningún escrúpulo. Que los hay. Repasar su carrera, sin embargo, poco tiene que ver con su fama cuidadosamente trabajada de inapetente. Nació en Madrid, pero pronto se trasladó a Barcelona. Allí vivió con su madre y su padrastro, que le dio el apellido. A su padre, Vicente Haro, le conocería a los 17 años tras una adolescencia y primera juventud de rodar de pensión en pensión madrileña. En una de sus últimas entrevistas en televisión confesaba cómo fue el encuentro con el progenitor. En un bar y sin que mediara presentación. Bastó la claridad de los ojos azules. Con apenas seis años, debutaría en la publicad y en una película tan maldita como emblemática: 'Diferente', de Luis María Delgado. Hay arranques que marcen para siempre. Con ocho ya apareció en un montaje de 'El sueño de una noche de verano' y con 10 su rostro se dejó ver en la tele en 'Santi, botones de hotel'. Hasta asistir a su bautismo de fuego de la mano de Fernando Fernán Gómez en 1975, la vida de San Francisco se sumerge unos cuantos metros por debajo del sentido común. Siempre al límite y siempre empeñado en huir de definiciones rápidas. Francotirador dijo él que llegó a ser en la mismísima Legión, la española que no la extranjera. No queda claro si antes o después llegó a conocer las cárceles de Nepal por pelearse con un muy sagrado mono. Y así. En 'El pícaro', ese fue el nombre de la serie que le consagró y hasta probablemente le condenó, es donde San Francisco adquirió las dotes, la presencia y hasta el mito que le perseguiría hasta el fondo de sí mismo. Confundido hasta lo más íntimo de su personaje, realidad y ficción encontraron en su cuerpo delgado el sitio exacto en el que vivir para siempre. Y así hasta tocar la gloria, la gloria del infierno, con 'Navajeros' (1980), 'La mujer del ministro' (1981), 'Colegas' (1982) y 'El pico' (1983). Eloy de la Iglesia, él fue el director de todas ellas, le introdujo y le apadrinó como a tantos otros en el lado oscuro de la fabulación y de lo real. El cine quinqui tiene en él a una figura imprescindible en su perfecta lectura de esa otra España que no salió nunca en la foto oficial de la Transición. A la lista habría que añadir 'Maravillas' (1981), de Manuel Gutiérrez Aragón. Eso en lo que hace referencia al cine, fuera de los platós y, como tantas veces se veía casi obligado a repetir en cada entrevista en la que caos, empezó a conocer la heroína y todo lo demás. Lo dicho, los años 80 tienen en él su mejor prueba. Y hasta herida. Lo que sigue es una carrera a través de la cual se puede hacer en buena medida la mejor de las lecturas posibles del cine español. Siempre estuvo ahí y siempre en calidad de secundario obligatorio, de actor de reparto robaplanos, de figura imprescindible en la que el espectador tardaba un segundo en reconocerse. 'Orquesta Club Virginia' (1992), de Manuel Iborra; 'Acción mutante' (1993), de Álex de la Iglesia; 'Tirano Banderas' (1995), de José Luis García Sánchez; 'La ley de la frontera' (1995), de Adolfo Aristarain; 'Belmonte' (1995), de Juan Sebastián Bollaín, o 'París-Tombuctú' (1999), de Luis García Berlanga, son algunos de los hitos más vistosos de un currículo que se prolonga hasta ayer mismo como el imprescindible Tinín en 'Cuéntame cómo pasó' desde 2001 a 2008. En su biografía, marcado a rojo está el accidente en moto que le dejó en silla de ruedas en 2002. Motero confeso y probablemente confuso, un coche le embistió por detrás y a punto estuvo de huir para siempre tras una operación de 11 horas. Se recuperó a tiempo de contar entre risas el momento en el que al renovar poco más tarde el DNI, la policía le identificó como el protagonista accidental de una orden de busca y captura. "No me detuvieron porque con la silla no cabía en el furgón", se le oyó decir. Y así. Y como lugar de excepción, volvemos al principio, Cascales. No es casualidad que en sus apariciones en el no menos mítico 'Un, dos, tres... responda otra vez' suyo fuera el breve papel de aspirante a casting. Ya ahí no hacía más que insistir en la gloria sin gloria del personaje que a fuerza de no ser nada acaba por ser todos a la vez. Siempre empeñado en cambiarle el papel al que sea. Cascales es aquél cuyo único deseo es huir de sí mismo para meterse en la piel y el papel de cualquier otro. No le gusta el suyo. Y así se lo hace saber al espectador que, la verdad, tampoco debería tener motivos para estar satisfecho con lo que la vida le ha dado. Nadie los tiene. Primero lo intenta con el profesor de año sabático, luego con el catecúmeno mulato y, finalmente, sabedor de que es una presa fácil, con el suicida. San Francisco siempre, a su manera, estuvo huyendo de sí. Contra todo y contra todos. Hasta el final y donde fuera: en 'El hormiguero' o en el 'avispero' de Vox. Y sí, fue pareja de Rosario Flores.
Me caía muy bien, aunque tuvo.. Una vida de excesos. Quique San Francisco y su vida hiperbólica: drogadicto, arruinado, encarcelado en Nepal... El rasgo más llamativo de su vida, más allá de su larga carrera como actor en cine y teatro desde los años 60, es su confesa politoxicomanía (según publica El Mundo) Espero que no vaya a liarla en el más allá.
habiéndole conocido en persona y de farra también(como no ), os digo que era un tio normal y accesible. Aunque eso si, no se como ha podido durar hasta los 65 años que descanses en paz, socio
He tenido la suerte de disfrutarlos durante años casi todos los fines de semana, y a día de hoy sigo alucinando de cómo se puede ser capaz de tener muertos de risa a un grupo de chavales durante varias horas, día tras día, hablando simplemente de su vida, de anécdotas, contando chistes... todo improvisado.
Que descanse en paz. Ya me temía que no saldría de esta. Las noticias que se leían no eran nada halagüeñas.
Si por algo ha destacado por encima de todo, es por su espontaneidad (o sudatodismo). Sin esa característica, casi única entre bambalinas, seguro su profesión hubiera sido otra.