El motor más diminuto del mundo es más pequeño que un grano de arena. Solo puedes verlo con un microscopio pero puede cambiar las reglas de la ingeniería
Un motor eléctrico más pequeño que un grano de arena. Tan liviano que se pierde en el aire si cae. Tan frágil que puede doblarse con el simple roce de una herramienta. Y, sin embargo, tan fascinante que ha llevado meses de trabajo meticuloso a un equipo de ingenieros con herramientas de relojero y mucha paciencia.
Su tamaño apenas supera las
0,4 milésimas de milímetro cúbico, lo que lo hace imperceptible a simple vista y en el motor eléctrico artesanal más pequeño del mundo.
Creado por
Chromonova Engineering, rinde tributo al legendario motor de McLellan. Y aunque aún no logra una rotación funcional completa, este experimento abre una ventana al futuro de la
nanoelectrónica artesanal, donde las grandes ideas se construyen en escalas minúsculas.
Un reto que nació en 1959 y sigue inspirando
La historia del motor más pequeño del mundo comenzó con una frase provocadora del físico
Richard Feynman en su famosa conferencia “
Hay mucho espacio al fondo” (1959). Feynman ofreció un premio a quien lograra construir un motor eléctrico que cupiera en un cubo de 1/64 de pulgada (unos
0,4 mm).
El desafío fue aceptado por
William McLellan, quien, sin más ayuda que su ingenio y herramientas convencionales, logró construirlo en sus ratos libres. Un logro que dejó asombrada a la comunidad científica y tecnológica, y que
nunca volvió a repetirse… hasta ahora.
Inspirados por aquel motor pionero, los especialistas de
Chromonova Engineering se propusieron replicarlo con un enfoque similar:
herramientas básicas, precisión extrema y cero automatización. El resultado es tan impresionante como frustrante: un rotor, cuatro electroimanes, una base y un circuito de control, todo ello ensamblado a escala microscópica y bajo un microscopio.
“Durante este vídeo, creo que es importante recordar lo pequeño que es este motor. He grabado casi todo con un microscopio, así que es fácil olvidarlo”, explica el ingeniero del canal.
Cada paso en la construcción del motor fue una batalla contra las leyes de la física y la fragilidad de los materiales. El rotor, por ejemplo, tiene
el grosor de un cabello humano (90 micras), y su mecanizado implicó usar microherramientas personalizadas y técnicas improvisadas con jeringas y gotas de alcohol para evitar perder piezas.
Uno de los mayores retos fue enrollar las bobinas del electroimán con un hilo conductor más fino aún que un cabello. Manipularlo a mano era imposible: se rompía, se enredaba, o simplemente desaparecía. La solución pasó por fabricar una guía especial en latón, diseñar soportes específicos y aplicar
adhesivo con palillos o agujas hipodérmicas para asegurar cada giro.
¿Funciona? Sí, pero con matices
El proceso no estuvo exento de frustraciones. Muchos de los rotores salieron volando al intentar colocarlos y se perdieron para siempre. Otros se magnetizaron mal o perdieron su imantación al contacto con los campos electromagnéticos de las bobinas.
“No podía respirar durante la operación porque mis manos no estarían lo suficientemente estables. Pero solo puedo aguantar la respiración durante 40 segundos, lo cual no era suficiente para transferir el rotor con seguridad.”
Aunque el primer modelo final aún no logra rotar como un motor convencional,
sí responde a la activación de los electroimanes, lo que demuestra que el diseño es funcional en términos de campo magnético. El rotor flota sobre una película de aceite entre cristales de microscopio, lo que le permite moverse mínimamente, aunque no lo suficiente para considerarlo un éxito completo.
Parte del problema fue el uso de
materiales inadecuados, como el Alnico preimantado que, al intentar mecanizarse, se deshizo. Aun así, los responsables encontraron una solución inesperada al usar directamente un fragmento roto del material y
magnetizarlo tocándolo con un imán de neodimio.
“No es exactamente el momento ‘eureka’ que esperaba, pero siendo sincero, durante un tiempo pensé que iba a ser mucho peor”, reconoce el creador con humor británico.
El V12 o el rotativo más pequeño: un universo de motores diminutos
Este nuevo récord de Chromonova se suma a una línea de creaciones increíbles como el
motor V12 más pequeño del mundo,
completamente funcional y alimentado por aire comprimido, con apenas 30 milímetros de largo; y el
motor rotativo Wankel más pequeño jamás fabricado,
un prodigio de precisión que mide sólo 5 centímetros.
Pero a diferencia de estos motores, que se mueven con fluidez visible, el reto del micro motor eléctrico está en una liga diferente:
aquí no hay margen para el error humano, ni siquiera para el parpadeo. Es un campo que coquetea con la nanotecnología y plantea desafíos que, en su día, incluso Feynman pensó que requerirían inventar nuevas tecnologías.
La hazaña de Chromonova Engineering, documentada paso a paso en su canal de YouTube, no sólo rinde homenaje al legado de William McLellan, sino que plantea preguntas interesantes sobre el futuro de la miniaturización y la fabricación artesanal de componentes electrónicos. ¿Hasta dónde podemos llegar con precisión, paciencia y creatividad?
La versión 2.0 del motor ya está en camino. Y quién sabe, quizás un día no muy lejano, este tipo de motores microscópicos tengan aplicaciones reales en dispositivos médicos, sensores o microrobots. De momento, nos queda admirar el arte y la precisión de quien es capaz de fabricar algo más pequeño que un grano de arena… pero lleno de propósito.
Imágenes | Chromonova Engineering, Toyan
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