Pero habra que esperar a saber si efectivamente la estrategia que han marcado funciona, o les lleva al otro barrio.
Es cierto, aunque los titulares sean bastante espectaculares, una marca no se va a hundir por una campaña de publicidad polémica. Pero todo suma... o resta.
Jaguar ya tenía problemas antes, no voy a entrar a recordarlos. En su penúltima etapa comercializaba los XE y XF que a mí me parecen ambos una preciosidad y aunque son modelos de hace ya bastantes años, su línea para mí es completamente válida y actual y habrían sido una opción de compra. Pero ¡caramba! vas por la calle y no ves ni uno. Chungo, ¿no?
La nueva Jaguar pues, partía no de cero, sino de menos diez.
A partir de ahí hacer un "rebranding" completo de Jaguar, dar por perdido a su cliente tradicional (¿por qué?) y buscar un nuevo público objetivo más interesado en valores alejados de los que al aficionado a la automoción interesan a mí me parece una apuesta temeraria. El que compra un Jaguar (podríamos ser cualquiera de nosotros) busca un referente. Un coche que signifique potencia, deportividad, exclusividad y ¡sensaciones!
Y que, hasta cierto punto, forma parte de su propia imagen e identidad.
Que me salga un negro, con una malla de color rojo y un peinado asimétrico pues, la verdad, me deja bastante indiferente.
Al contrario, supongo que habrá un público objetivo al que ese tipo de publicidad sí que le impacte; pero por la misma regla de tres estarán interesados en coches más baratos, más pequeños, menos prestacionales y que sean eco-friendly y todo lo demás.
Es como si voy a una convención de bodegueros, y les presento el nuevo zumo de mango bajo en calorias de Protos, en botella de plástico reciclable. Buenísimo, eso sí. Las risas llegarían hasta el Báltico, por lo menos.
No sé, supongo que los expertos en marketing analizarán ésto y hasta formará parte de libros sobre estrategias erradas o, al menos, dudosas, de ventas.