RUSTAM43
Forista Legendario
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No, no me he vuelto loco. El caso es, que mi hija de 21 años nos ha colado un braco húngaro que acaba de cumplir 6 meses recogido de una perrera, acogido junto a sus hermanos después de ser encontrados en una bolsa de basura arrojada a un contenedor.
El caso es que ha llegado un momento después de que la chica no le haga el menor caso, que no sé cómo proceder con semejante huracán destrozalotodo. Que devorara el mando de la televisión, tenía un pase. Que le haya sacado las tripas a todos los cojines; vaya, también. Que le diera por redondear todas las esquinas de las paredes; bueno, también puede tener una explicación. Pero que devore el sofá del salón en un descuido en menos de diez minutos convirtiéndolo en una especie de estropajo reventado por todos lados, ya me tiene preocupado. Necesito rápidamente un consejo.
Nimeria se llama la devorahuevos; come jamones; destructora de todo lo habido y por haber.
Pd.- Si en un descuido entra al aseo tras arramplar con la puerta sin asegurar mientras busco mi intimidad sentado sobre la taza del váter, temo sinceramente por la integridad de mi masculinidad, pues toda su obsesión es meter el hocico en la taza.
No sé si me faltan reflejos, o me he convertido en un padre de lo más pringado.
El caso es que ha llegado un momento después de que la chica no le haga el menor caso, que no sé cómo proceder con semejante huracán destrozalotodo. Que devorara el mando de la televisión, tenía un pase. Que le haya sacado las tripas a todos los cojines; vaya, también. Que le diera por redondear todas las esquinas de las paredes; bueno, también puede tener una explicación. Pero que devore el sofá del salón en un descuido en menos de diez minutos convirtiéndolo en una especie de estropajo reventado por todos lados, ya me tiene preocupado. Necesito rápidamente un consejo.
Nimeria se llama la devorahuevos; come jamones; destructora de todo lo habido y por haber.
Pd.- Si en un descuido entra al aseo tras arramplar con la puerta sin asegurar mientras busco mi intimidad sentado sobre la taza del váter, temo sinceramente por la integridad de mi masculinidad, pues toda su obsesión es meter el hocico en la taza.
No sé si me faltan reflejos, o me he convertido en un padre de lo más pringado.
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