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Guía de microcoches en la España de los años 50, ingenio en las penurias de la posguerra
Una muestra en Gironella (Barcelona) nos sirve de hilo conductor para repasar cómo en la posguerra proliferaron los denominados microcoches ante la ausencia de otros medios de transporte.
Como si se tratase de un sueño que nos traslada a los años 50, una exposición celebrada en la población barcelonesa de Gironella reunió alrededor de cuarenta microcoches, microfurgonetas y demás vehículos de pequeño tamaño, dentro de una muestra titulada “Cotxes Utilitaris de Postguerra”. Ha sido la excusa perfecta para iniciar un completo recorrido por los microcoches de la España de los 50.
PTV Furgoneta y PTV 250.
Vamos a recorrer esta curiosa historia que nos habla de la situación económica del país, pero también del talento de quienes no dudaron en lanzarse a producir coches de pequeño tamaño con mayor o menor éxito.
ECONOMÍA FORZOSA
Hace 75 años, cuando nuestro país sufría aún las penurias de la posguerra, comenzó a proliferar un tipo de vehículos de dimensiones reducidas, propulsados por motores de dos tiempos. Se trataba de los microcoches, cochecillos cuyo menor precio estaba al alcance de un mayor número de usuarios, en comparación con los utilitarios Citroën 2CV o Fiat Topolino. Por lo general, estos turismos diminutos acostumbraban a tener una carrocería de longitud inferior a los 3 metros, en tanto que su modesto habitáculo aceptaba como mucho a tres personas.
Su razón de existir estribó en la situación económica, perjudicada por la escasez de materias primas tras la II Guerra Mundial. Fenómeno que también se dio en otros países europeos. De hecho, algunos de sus fabricantes aprovecharon el metal de bidones de combustible ya desechados, para cortarlos y emplearlos en la construcción de las futuras carrocerías. Asimismo, casi todos ellos coincidían en el tipo de motor empleado, que acostumbraba a ser un monocilíndrico Hispano-Villiers de dos tiempos, disponible en cilindradas de 122 y 197 cm3.
EXPANSIÓN DE LOS BISCUTER
De todos los microcoches españoles de los años 50, el que alcanzó mayores cifras de producción fue el Biscuter, cuya fabricación en la factoría de San Adrián del Besós llegó a unos 12.000 ejemplares. Creado en Francia por el excepcional ingeniero Gabriel Voisin, dispone de una carrocería de aluminio, tracción delantera y a un motor de 197 cc que logra una potencia máxima de 9 CV. Y gracias a su peso reducido de 240 kg, puede rodar con suficiente agilidad en entornos urbanos. Ya en carretera llana, es capaz de alcanzar una velocidad punta real de 65 km/h.
A partir de esta versión inicial, que la gente consideraba bastante fea, apareció en 1957 en Biscúter 200 F. Apodado “Pegasín”, su carrocería estaba elaborada con fibra de vidrio. A su vez, en 1957 salía al mercado la furgoneta 200-C, cuya carrocería con laterales de madera le valió el apodo de “Rubia”. Su capacidad de carga llegaba a los 250 kg. Sin embargo, su escaso éxito entre los transportistas hizo que un año después apareciese el modelo 200-I, de longitud aumentada a 2,95 metros y mayor altura en la zona de carga.
LOS PTV
La marca PTV fue creada en la ciudad de Manresa por cuatro socios: Mauricio Perramón, los hermanos Guillem y Antoni Tachó y José Vila. De ahí el empleo de las iniciales de los tres apellidos. En primer lugar, apareció en 1956 el PTV 250, propulsado por un motor monocilíndrico de 247 cm3 y 11 CV creado por ellos. A destacar, su carrocería biplaza tipo cabriolet de diseño atractivo. De los PTV se construyeron en total 1.055 unidades, en su mayoría de la versión PTV 250, de los que en la actualidad sobreviven en todo el mundo alrededor de 130 ejemplares.
Ya en 1960, fabricaron el único PTV 400, cuyo motor bicilíndrico de 397 cm3 y 19 CV iba acoplado a una caja de cambios de cuatro velocidades y alcanzaba los 110 km/h. Sin embargo, la muy superior competitividad del SEAT 600 impidió su salida al mercado. En cambio, sí que vieron interesante construir una variante industrial, el PTV Furgoneta. Provisto de una carrocería de fibra de vidrio, se fabricaron entre 1961 y 1962 un total de 45 ejemplares. Para entonces, la firma se dedicaba sobre todo a la producción de pequeños dumpers para la construcción.
LA CREATIVIDAD DEL CAPITÁN SALDAÑA
La historia de los microcoches en la España de los años 50 nos lleva ahora a Burgos. Allí estaba destinado el capitán Federico Saldaña, que fabricó en 1950 su primer vehículo. Se trataba del Kapi Super 125, un coupé biplaza propulsado por un motor Montesa de 125 cm3. A este modelo, cuya velocidad máxima era de 50 km/h, siguieron otros futuros coupés y cabriolés en los años posteriores, algunos incluso como el Super Sedán 350, dotado de un motor bicilíndrico de 16 CV. Ya en 1955, lanzó al mercado el Kapi Jip, de estética parecida a la del célebre Jeep americano y que empleó el motor Fita de cuatro tiempos y 170 cm3 o el Iresa 2T de 197 cm3, ambos de 8,5 CV.
A continuación, lanzó en 1956 el Kapi Chiqui, un biplaza cuyas ruedas traseras iban situadas a escasa distancia. De ese modo, se evitaba tener que instalar un diferencial en la transmisión. En el vano motor trasero se alojaba un motor Hispano-Villiers de 197 cm3 y 8,5 CV, refrigerado por aire, de ciclo 2T y que oficialmente le permitía alcanzar una velocidad punta de 85 km/h. Además, el capitán Saldaña también dirigió la producción de motos de ruedas bajas, motocarros, triciclos de reparto y el modelo Kapiscooter. En total produjo alrededor de 300 vehículos.
Una muestra en Gironella (Barcelona) nos sirve de hilo conductor para repasar cómo en la posguerra proliferaron los denominados microcoches ante la ausencia de otros medios de transporte.

Como si se tratase de un sueño que nos traslada a los años 50, una exposición celebrada en la población barcelonesa de Gironella reunió alrededor de cuarenta microcoches, microfurgonetas y demás vehículos de pequeño tamaño, dentro de una muestra titulada “Cotxes Utilitaris de Postguerra”. Ha sido la excusa perfecta para iniciar un completo recorrido por los microcoches de la España de los 50.

PTV Furgoneta y PTV 250.
Vamos a recorrer esta curiosa historia que nos habla de la situación económica del país, pero también del talento de quienes no dudaron en lanzarse a producir coches de pequeño tamaño con mayor o menor éxito.
ECONOMÍA FORZOSA
Hace 75 años, cuando nuestro país sufría aún las penurias de la posguerra, comenzó a proliferar un tipo de vehículos de dimensiones reducidas, propulsados por motores de dos tiempos. Se trataba de los microcoches, cochecillos cuyo menor precio estaba al alcance de un mayor número de usuarios, en comparación con los utilitarios Citroën 2CV o Fiat Topolino. Por lo general, estos turismos diminutos acostumbraban a tener una carrocería de longitud inferior a los 3 metros, en tanto que su modesto habitáculo aceptaba como mucho a tres personas.




Su razón de existir estribó en la situación económica, perjudicada por la escasez de materias primas tras la II Guerra Mundial. Fenómeno que también se dio en otros países europeos. De hecho, algunos de sus fabricantes aprovecharon el metal de bidones de combustible ya desechados, para cortarlos y emplearlos en la construcción de las futuras carrocerías. Asimismo, casi todos ellos coincidían en el tipo de motor empleado, que acostumbraba a ser un monocilíndrico Hispano-Villiers de dos tiempos, disponible en cilindradas de 122 y 197 cm3.
EXPANSIÓN DE LOS BISCUTER
De todos los microcoches españoles de los años 50, el que alcanzó mayores cifras de producción fue el Biscuter, cuya fabricación en la factoría de San Adrián del Besós llegó a unos 12.000 ejemplares. Creado en Francia por el excepcional ingeniero Gabriel Voisin, dispone de una carrocería de aluminio, tracción delantera y a un motor de 197 cc que logra una potencia máxima de 9 CV. Y gracias a su peso reducido de 240 kg, puede rodar con suficiente agilidad en entornos urbanos. Ya en carretera llana, es capaz de alcanzar una velocidad punta real de 65 km/h.



A partir de esta versión inicial, que la gente consideraba bastante fea, apareció en 1957 en Biscúter 200 F. Apodado “Pegasín”, su carrocería estaba elaborada con fibra de vidrio. A su vez, en 1957 salía al mercado la furgoneta 200-C, cuya carrocería con laterales de madera le valió el apodo de “Rubia”. Su capacidad de carga llegaba a los 250 kg. Sin embargo, su escaso éxito entre los transportistas hizo que un año después apareciese el modelo 200-I, de longitud aumentada a 2,95 metros y mayor altura en la zona de carga.
LOS PTV
La marca PTV fue creada en la ciudad de Manresa por cuatro socios: Mauricio Perramón, los hermanos Guillem y Antoni Tachó y José Vila. De ahí el empleo de las iniciales de los tres apellidos. En primer lugar, apareció en 1956 el PTV 250, propulsado por un motor monocilíndrico de 247 cm3 y 11 CV creado por ellos. A destacar, su carrocería biplaza tipo cabriolet de diseño atractivo. De los PTV se construyeron en total 1.055 unidades, en su mayoría de la versión PTV 250, de los que en la actualidad sobreviven en todo el mundo alrededor de 130 ejemplares.




Ya en 1960, fabricaron el único PTV 400, cuyo motor bicilíndrico de 397 cm3 y 19 CV iba acoplado a una caja de cambios de cuatro velocidades y alcanzaba los 110 km/h. Sin embargo, la muy superior competitividad del SEAT 600 impidió su salida al mercado. En cambio, sí que vieron interesante construir una variante industrial, el PTV Furgoneta. Provisto de una carrocería de fibra de vidrio, se fabricaron entre 1961 y 1962 un total de 45 ejemplares. Para entonces, la firma se dedicaba sobre todo a la producción de pequeños dumpers para la construcción.
LA CREATIVIDAD DEL CAPITÁN SALDAÑA
La historia de los microcoches en la España de los años 50 nos lleva ahora a Burgos. Allí estaba destinado el capitán Federico Saldaña, que fabricó en 1950 su primer vehículo. Se trataba del Kapi Super 125, un coupé biplaza propulsado por un motor Montesa de 125 cm3. A este modelo, cuya velocidad máxima era de 50 km/h, siguieron otros futuros coupés y cabriolés en los años posteriores, algunos incluso como el Super Sedán 350, dotado de un motor bicilíndrico de 16 CV. Ya en 1955, lanzó al mercado el Kapi Jip, de estética parecida a la del célebre Jeep americano y que empleó el motor Fita de cuatro tiempos y 170 cm3 o el Iresa 2T de 197 cm3, ambos de 8,5 CV.








A continuación, lanzó en 1956 el Kapi Chiqui, un biplaza cuyas ruedas traseras iban situadas a escasa distancia. De ese modo, se evitaba tener que instalar un diferencial en la transmisión. En el vano motor trasero se alojaba un motor Hispano-Villiers de 197 cm3 y 8,5 CV, refrigerado por aire, de ciclo 2T y que oficialmente le permitía alcanzar una velocidad punta de 85 km/h. Además, el capitán Saldaña también dirigió la producción de motos de ruedas bajas, motocarros, triciclos de reparto y el modelo Kapiscooter. En total produjo alrededor de 300 vehículos.
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