Memorias de un taxímetro (historias que sólo conocen los taxistas) Cadáver y Engaño

Gavira

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MEMORIAS DE UN TAXÍMETRO

Un cadáver en el asiento del copiloto o un plan secreto para capturar a un estafador. Los taxis están llenos de historias que sólo conocen quienes están al volante.

«Al Sahara, por favor», indicó un turista cuando subió al taxi de José González. O por lo menos eso fue lo que éste entendió. «Le contesté que, como mucho, lo podía llevar hasta Cádiz y que allí tendría que coger un barco», recuerda.

Tras gestos y aspavientos, el conductor descubrió que el destino real era la localidad gaditana de Zahara de los Atunes. El visitante no quería cruzar el Estrecho, pero no habría resultado tan extraño al conocer algunas de las anécdotas e historias que han tenido a un taxi como protagonista.

Algunas de ellas las ha protagonizado Manuel López. Jubilado hace dos décadas, el Cazuela -como lo llaman sus colegas- nunca olvidará aquella carrera desde Málaga hasta Sevilla allá por los años cincuenta. En la parte trasera del coche, una pareja compungida. En el asiento del copiloto, el cadáver de una mujer que recogió en la clínica de reposo Los Ángeles. «Le puse unas mantas y una maleta al lado para que no se moviera», describe.

Es un trayecto que le hubiese puesto los pelos de punta a cualquiera, pero que Manuel vivió con el único miedo de que lo parase la Guardia Civil. «Menos mal que el médico me dio un certificado, por si eso pasaba», comenta. Pero no pudo evitar que la Benemérita se presentase en su propia casa años más tarde. Él aún no había llegado. Estaba con el mismo cliente con el que llevaba tres semanas dando vueltas por toda Andalucía. Y por eso lo buscaban.

Engaño

«Aquel hombre me dijo que era un representante de perfumería y que me pagaba 2.000 pesetas diarias más la gasolina», explica. Manuel aceptó sin saber que era un estafador. Bajo un nombre falso, huía con la señal que los tenderos le daban a cuenta de un pedido que nunca recibieron. «Cuando llegué aquel día a casa, mi mujer me contó que la Guardia Civil me estaba esperando en el cuartel», recuerda.

Esa noche la pasó con una pareja de agentes tramando un plan. A la mañana siguiente, Manuel fue a la puerta del antiguo Cine Royal para recoger a su cliente, tal y como había hecho cada día. Pero esta vez iba con dos guardias civiles de paisano que detuvieron al estafador. «Fue como estar dentro de una película», comenta Manuel, como uno de los innumerables recuerdos de sus 53 años en el taxi.

Por muchos años que pasen, Juan José Martín siempre recordará la imagen de Lola Flores en su taxi a mediados de los ochenta. «Era una persona muy llana, fue hablándome todo el camino desde el aeropuerto hasta Marbella», describe. Hablaban del tiempo y de la ciudad, pero también de una tragedia que había ocurrido el día anterior en el campo de fútbol de Heysel, en Bruselas, con muertos y heridos en una avalancha.
Sin embargo, no hace falta llevar décadas al volante para vivir experiencias como ésta.

A sus 32 años, Emiliano Solero nunca imaginó dónde acabaría el día al empezar a trabajar aquella mañana de noviembre del año pasado. «Estaba en Guadalmar y me llamaron de la emisora para recoger a cuatro ingleses en un 'rent a car' del aeropuerto», recuerda. El destino inicial era una casa de Puerto Banús, donde les esperaban unas misteriosas llaves.

De allí fueron a otra vivienda. «Me pidieron que esperase en la puerta, desde donde escuche el sonido de un motor», describe Emiliano. Cuando se dio la vuelta, vio un Ferrari biplaza, negro y con el capó transparente. «Era algo impresionante», asegura. Y aún no había terminado el día. La siguiente parada era Alicante.

«Fuimos todo el camino parando en las gasolineras porque se turnaban para conducirlo», explica Emiliano, quien, al final del trayecto pudo coger el volante unos minutos. «Me dejaron darme una vuelta y hacerme una foto en el Ferrari, fue una experiencia inolvidable», relata.
Historias y conversaciones que suceden en el interior de cada taxi y que sólo residen en las retinas de quienes están al volante.

Fuente: Diario Sur
Memorias de un taxímetro. SUR.es
 

leij

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Mi primera foto, aún no había nacido y mi madre tenía una buena barriga, fue apoyado en el taxi que conducía mi padre (bueno, la apoyada era mi madre, pero me hace ilusión recordar la foto).
La verdad es que la profesión de taxista tiene que ser la leche. Mi padre lo dejó porque el taxi no era suyo y en un viaje que tenía que hacer hasta el País Vasco, le pidió al jefe que le cambiara las ruedas. Éste se negó diciéndole que las ruedas estaban en condiciones, así que mi padre decidió dejarlo.
Ahora, el riesgo que corren.
Hay por ahí también una noticia de un taxista inglés que tuvo que llevar a un tío hasta Alemania porque había perdido el avión y necesitaba estar en Alemania al día siguiente. A ver si la encuentro, creo que la leí en algún blog de los que frecuento.
 

herodes

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Buenas historias las de los taxistas, yo tengo un amigo que me ha contado algunas increíbles. :descojon:
 

Gavira

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herodes;7610138 dijo:
Buenas historias las de los taxistas, yo tengo un amigo que me ha contado algunas increíbles. :descojon:

Hay uno que yo conozco que comienza su turno jueves-viernes-sábados y domingos a las 7 de la mañana, en Puerto Banús, "esperando" a las chicas inglesas desinhibidas y borrachuzasbiggrin de minifalda corta y escote amplio, que no suelen tener dinero pero muchas ganas de meterse en la cama (a dormir) y que suelen pagar en carne... Además, el coleguita es guapo y le invitan a que se quede a almorzar algunas vecesbiggrin
 
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