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Buenas a todos
Agradeciendo una vez más la oportunidad por parte de la administración de crear la segunda parte de mi novela en vivo y en directo en este foro, considero de recibo compartir también la primera parte de la misma. Así que, subiré los capítulos que la forman de forma asidua para vuestro disfrute. Quien no pueda / quiera, esperar puede disfrutar de las versiones física y digital en Amazon.
Muchas gracias a todos por vuestro interés
RPM REVOLUCIONES POR MINUTO:
1- Primeros metros...:
2-...Y primeros pasos:
3- Su alteza real:
4- Disculpas aceptadas:
5- Mitología griega:
6- Aperitivo:
7- A trabajar:
8- El Tío Phil...:
9- Ares:
10- Desayuno con diamantes:
11- Hefesto
12- Sin palabras
13- Afrodita:
14- Malas noticias:
15- Démeter:
16-Día de paga
17-La ciudad de la luz
18-Hermes
19-Fat Fab
20-Apolo
21-Resaca
22-Calma tensa
23-Artemisa
24- La noche más oscura
25- Eternamente amigos
26- Poseidón
27- Un leve impacto
1- Primeros metros...:
El aullido cada vez más agudo del V8 italiano rompía el silencio de los pueblos que se cruzaban en nuestro camino, mientras atravesábamos la Basse Corniche a velocidades de vértigo. Los pocos viandantes aún despiertos se giraban a nuestro paso, alertados por el escandaloso ruido de sirenas que emanaba del séquito de policías que intentaba darnos caza, el cual teñía la noche de rojo y azul.
—¡Ja, ja, ja! ¡Como ruje este pequeño! ¡Yiiija! ¡Ja, ja, ja!
—¡Cállate, Sébastien! ¡Bastante tengo con intentar mantenernos con vida, como para encima aguantar tu versión yonqui! ¡Si no sabes controlarte, deja de meterte!
—¡Ja, ja, ja! ¡Relájate, Michel, y disfruta del momento! ¡Adrenalina pura!
—Maldito imbécil…
Pero el maldito imbécil tenía razón. Los monovolúmenes diésel de los gendarmes, junto a las precarias habilidades al volante de sus conductores, poco podían hacer frente al ritmo impuesto al Ferrari F430 Spider en aquella carretera costera que conocía como si de una extensión de mi cuerpo se tratase. A cada curva las sirenas disminuían su intensidad, y cedían el protagonismo al lamento de los neumáticos traseros del deportivo, que chillaban al ser castigados con los continuos desmadres de la zaga, mientras dejaban tras de sí una estela de humo y goma quemada.
Al salir de Saint-Jean-Cap-Ferrat, conseguí perder de vista a la manada de policías, y, antes de entrar en Villefranche-sur-Mer, giré a la derecha en un desvío del que nacía una pequeña carretera en cuesta y con poca iluminación, que llevaba a la Moyenne Corniche. Tracé dos curvas en forma de horquilla, y detuve el Ferrari en el arcén.
Apagué motor y luces y bajamos del coche para asomarnos con cautela al quitamiedos. Sébastien introdujo la mano en el bolsillo interior de su americana turquesa, sacó su arrugado paquete de Marlboro Light y se llevó un cigarro a la boca.
—¿Quieres uno, socio? —Asentí con la cabeza, y, junto a mi camarada, me encendí otro cigarro, al que le di la primera calada a la vez que flexionaba mi pierna derecha para apoyarla en el guardarraíl. No nos dijimos nada. Tan solo disfrutamos de su sabor mientras contemplábamos el espectáculo de luces y sonidos que nos brindaban los gendarmes en su carrera hacia Niza.
La noche era preciosa. El Mediterráneo otorgaba a la Costa Azul una temperatura ideal, que invitaba a recorrer descapotado los últimos metros hasta nuestro destino.
—No te entiendo, Michel. ¿Tan nervioso que te has puesto antes, y ahora descapotas el trasto este?
—Dame otro cigarro… y disfruta del momento.
Encendí la radio del deportivo italiano, y empezó a sonar In the air tonight de Phil Collins. Me sentía como Sonny Crockett a bordo de su réplica de Ferrari 365 GTS/4 Spider.
Transcurridos diez minutos, llegamos a la puerta de la casa de Sébastien. Una preciosa construcción de dos plantas, situada a medio camino entre Villefranche-sur-Mer y Niza. Sacó de su pantalón el mando a distancia que liberaba la puerta corredera del jardín y que a su vez permitía el acceso a la puerta del garaje, la cual abrió al pulsar el segundo botón del mismo mando. Acto seguido, se bajó para indicarme la maniobra.
—Ponlo a la derecha del 348ts.
Y tal como me indicó, aparqué el F430 Spider al lado de su antecesor.
—Que bonitas eran las líneas de los ochenta, con esas carrocerías angulosas y esas entradas de aire infinitas que ocupan toda la puerta, ¿verdad Michel? ¡Ai, si Il commendatore levantara la cabeza…!
—Déjate de romanticismos ochenteros y ayúdame a taparlos. Tenemos que esperar un tiempo prudencial a que se enfríen, para así poder entregárselos a Su Alteza Real.
Cubrimos ambos coches con una enorme sábana blanca, preparada con anterioridad para tal menester. Con los vehículos camuflados, Sébastien arrancó su vetusta Renault Master T35D, y la estacionó delante de las máquinas de Maranello, en una maniobra que impedía cualquier posible contacto visual. Una vez el garaje estuvo reordenado, decidí que ya era hora de volver a casa.
—¿Qué coche me prestas, Séb?
—Llévate el R-25 —Me alcanzó las llaves con la mano—. Y cuídamelo, que ya no se hacen franceses como este.
—Descuida. Estamos en contacto.
—Descansa, Michel.
Y Sébastien volvió a pulsar el primer botón de su mando a distancia, esta vez sin sacarlo del bolsillo de su pantalón, mientras yo cruzaba la puerta a bordo del Renault 25 Baccara, rumbo a mi casa.
Agradeciendo una vez más la oportunidad por parte de la administración de crear la segunda parte de mi novela en vivo y en directo en este foro, considero de recibo compartir también la primera parte de la misma. Así que, subiré los capítulos que la forman de forma asidua para vuestro disfrute. Quien no pueda / quiera, esperar puede disfrutar de las versiones física y digital en Amazon.
Muchas gracias a todos por vuestro interés
RPM REVOLUCIONES POR MINUTO:
1- Primeros metros...:
2-...Y primeros pasos:
3- Su alteza real:
4- Disculpas aceptadas:
5- Mitología griega:
6- Aperitivo:
7- A trabajar:
8- El Tío Phil...:
9- Ares:
10- Desayuno con diamantes:
11- Hefesto
12- Sin palabras
13- Afrodita:
14- Malas noticias:
15- Démeter:
16-Día de paga
17-La ciudad de la luz
18-Hermes
19-Fat Fab
20-Apolo
21-Resaca
22-Calma tensa
23-Artemisa
24- La noche más oscura
25- Eternamente amigos
26- Poseidón
27- Un leve impacto
1- Primeros metros...:
El aullido cada vez más agudo del V8 italiano rompía el silencio de los pueblos que se cruzaban en nuestro camino, mientras atravesábamos la Basse Corniche a velocidades de vértigo. Los pocos viandantes aún despiertos se giraban a nuestro paso, alertados por el escandaloso ruido de sirenas que emanaba del séquito de policías que intentaba darnos caza, el cual teñía la noche de rojo y azul.
—¡Ja, ja, ja! ¡Como ruje este pequeño! ¡Yiiija! ¡Ja, ja, ja!
—¡Cállate, Sébastien! ¡Bastante tengo con intentar mantenernos con vida, como para encima aguantar tu versión yonqui! ¡Si no sabes controlarte, deja de meterte!
—¡Ja, ja, ja! ¡Relájate, Michel, y disfruta del momento! ¡Adrenalina pura!
—Maldito imbécil…
Pero el maldito imbécil tenía razón. Los monovolúmenes diésel de los gendarmes, junto a las precarias habilidades al volante de sus conductores, poco podían hacer frente al ritmo impuesto al Ferrari F430 Spider en aquella carretera costera que conocía como si de una extensión de mi cuerpo se tratase. A cada curva las sirenas disminuían su intensidad, y cedían el protagonismo al lamento de los neumáticos traseros del deportivo, que chillaban al ser castigados con los continuos desmadres de la zaga, mientras dejaban tras de sí una estela de humo y goma quemada.
Al salir de Saint-Jean-Cap-Ferrat, conseguí perder de vista a la manada de policías, y, antes de entrar en Villefranche-sur-Mer, giré a la derecha en un desvío del que nacía una pequeña carretera en cuesta y con poca iluminación, que llevaba a la Moyenne Corniche. Tracé dos curvas en forma de horquilla, y detuve el Ferrari en el arcén.
Apagué motor y luces y bajamos del coche para asomarnos con cautela al quitamiedos. Sébastien introdujo la mano en el bolsillo interior de su americana turquesa, sacó su arrugado paquete de Marlboro Light y se llevó un cigarro a la boca.
—¿Quieres uno, socio? —Asentí con la cabeza, y, junto a mi camarada, me encendí otro cigarro, al que le di la primera calada a la vez que flexionaba mi pierna derecha para apoyarla en el guardarraíl. No nos dijimos nada. Tan solo disfrutamos de su sabor mientras contemplábamos el espectáculo de luces y sonidos que nos brindaban los gendarmes en su carrera hacia Niza.
La noche era preciosa. El Mediterráneo otorgaba a la Costa Azul una temperatura ideal, que invitaba a recorrer descapotado los últimos metros hasta nuestro destino.
—No te entiendo, Michel. ¿Tan nervioso que te has puesto antes, y ahora descapotas el trasto este?
—Dame otro cigarro… y disfruta del momento.
Encendí la radio del deportivo italiano, y empezó a sonar In the air tonight de Phil Collins. Me sentía como Sonny Crockett a bordo de su réplica de Ferrari 365 GTS/4 Spider.
Transcurridos diez minutos, llegamos a la puerta de la casa de Sébastien. Una preciosa construcción de dos plantas, situada a medio camino entre Villefranche-sur-Mer y Niza. Sacó de su pantalón el mando a distancia que liberaba la puerta corredera del jardín y que a su vez permitía el acceso a la puerta del garaje, la cual abrió al pulsar el segundo botón del mismo mando. Acto seguido, se bajó para indicarme la maniobra.
—Ponlo a la derecha del 348ts.
Y tal como me indicó, aparqué el F430 Spider al lado de su antecesor.
—Que bonitas eran las líneas de los ochenta, con esas carrocerías angulosas y esas entradas de aire infinitas que ocupan toda la puerta, ¿verdad Michel? ¡Ai, si Il commendatore levantara la cabeza…!
—Déjate de romanticismos ochenteros y ayúdame a taparlos. Tenemos que esperar un tiempo prudencial a que se enfríen, para así poder entregárselos a Su Alteza Real.
Cubrimos ambos coches con una enorme sábana blanca, preparada con anterioridad para tal menester. Con los vehículos camuflados, Sébastien arrancó su vetusta Renault Master T35D, y la estacionó delante de las máquinas de Maranello, en una maniobra que impedía cualquier posible contacto visual. Una vez el garaje estuvo reordenado, decidí que ya era hora de volver a casa.
—¿Qué coche me prestas, Séb?
—Llévate el R-25 —Me alcanzó las llaves con la mano—. Y cuídamelo, que ya no se hacen franceses como este.
—Descuida. Estamos en contacto.
—Descansa, Michel.
Y Sébastien volvió a pulsar el primer botón de su mando a distancia, esta vez sin sacarlo del bolsillo de su pantalón, mientras yo cruzaba la puerta a bordo del Renault 25 Baccara, rumbo a mi casa.

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