El Seat 124 Sport recordaba vagamente en sus líneas a los Gran Turismo italianos con motor delantero de más raigambre, pero no dejaba de ser un Seat 124 con una carrocería pseudodeportiva. A mí en su momento también me gustaba, pero hay que tener en cuenta el momento histórico en que este coche salió en el mercado español, principios de los años 70, con unas restricciones económicas importantes para el ciudadano de a pie, que no podía tan siquiera soñar con coches deportivos de importación. Aún así, el precio del 124 Sport era carísimo en comparación con los otros coches coetáneos. Sus puntos flojos eran el eje trasero demasiado anticuado, los frenos muy justos, la dirección imprecisa, y subviraje en curvas rápidas, con un comportamiento general mucho más próximo al de una berlina que al de un deportivo.
En aquella época, lo más parecido a un coche con pretensiones deportivas disponible en el mercado español, era un Seat 850 Sport Coupé, Seat Spider, el Mini 1275 GT, el Alpine A 110, el Renault 8 TS o el Simca Rallye GT.
Con el paso del tiempo, el 124 Sport ha quedado más como un símbolo de una época en que las apariencias tenían que sustituir a las realidades, que como un coche deportivo.