mfabreg3
Forista Legendario
Hola compañeros,
Os copio y traduzco el texto que he escrito en el caralibro como una de mis habituales peripecias, a ver si es algo común de Ejjjjjjjpaña, o es mi habitual suerte (o ausencia de ella).
Hay aspectos de la cultura de este país que me hacen reflexionar bastante. Ayer, yendo hacia Barcelona, me llevaron a plantearme si los creadores de las máquinas de los peajes se ríen de nosotros o si realmente el que ha pensado el sistema necesita una paga por discapacidad mental.
Conducía mi padre y, después de hacer puntería en el peaje con el rótulo de manual, fuimos a parar detrás del lento de turno, como suele ser habitual. Desde nuestro coche le dedicamos unos cuantos ánimos, sobretodo después de que se abriera la barrera y el conductor de esa lata no encontrara ni la mano pegada a su brazo para engranar la primera.
Aún no entiendo el cartel de manual que precedía la entrada de aquel peaje: el operario debía estar tan desmejorado que era todo prótesis hasta parecer una máquina. Mientras, mi madre se había encargado de contar las monedas parar llegar al euro con 61 céntimos que reclamaba la máquina. Mi padre las introdujo en aquella especie de cenicero automatizado, pero ese escupió la moneda de un céntimo, aunque la reclamaba en la pantalla. La volvió a meter en el trasto y otra vez la escupió. La frotó por la máquina, pero nada, no había maneras de que la quisiera. Los cuatro coches de detrás nuestro nos dedicaban ánimos vía mano enganchado al claxon con Loctite.
De algún lado apareció una fémina a preguntar-nos si teníamos algún problema, como la chica de la curva pero en versión peaje. Con buenas palabras le explicamos que la p*ta máquina no quería comerse la p*ta moneda de un p*to céntimo, pero que la p*ta pantalla no paraba de reclamar el p*to céntimo.
- Es que la máquina no acepta monedas de un céntimo.
Eso fue lo que nos respondió ella y lo que nos dejó un poco descolocados teniendo en cuenta el importe del peaje. Nuestra solución fue meterle una moneda de dos céntimos (a la máquina, no a la fémina), pero también la escupió.
- Tampoco acepta monedas de dos céntimos.
Le echamos una de cinco céntimos mientras ella nos señalaba un pequeño cartelito en la parte menos visible de la máquina con la lista de monedas que no aceptaba (las de uno y dos céntimos). Y mientras tanto la máquina escupía la de cinco céntimos.
- Es que las monedas de cinco céntimos pesan poco y no las suele detectar a la primera.
Entonces la máquina nos lo escupió todo de golpe. Volvimos a introducir el arsenal de monedas, esta vez detectó la de cinco céntimos y nos devolvió el cambio en forma de dos monedas de dos céntimos
Ahora pregunto yo: ¿cómo puede ser que la máquina no acepte monedas de uno y dos céntimos pero sí que te las devuelva de cambio? ¿Quizá hay un gnomo dentro que las caga o cómo va? Quizá el cartel de "manual" es porque "la chica del peaje" que se nos apareció tiene que pasarse el día ahí explicando cómo narices poner las monedas en la máquina. Y también pienso: ¿por qué el peaje cuesta 1,61€ si luego no puede aceptar el céntimo? ¡Que le metan una cifra redonda que pueda aceptar la misma máquina, coj*nes! Sí, coj*nes en mayúscula, que se note que lo digo con más énfasis del que aporta un signo de exclamación normal: ¡coj*nes!
Pues eso, un euro con 61 céntimos, alguien tiene una deficiencia y no lo sabe.
Os copio y traduzco el texto que he escrito en el caralibro como una de mis habituales peripecias, a ver si es algo común de Ejjjjjjjpaña, o es mi habitual suerte (o ausencia de ella).
Hay aspectos de la cultura de este país que me hacen reflexionar bastante. Ayer, yendo hacia Barcelona, me llevaron a plantearme si los creadores de las máquinas de los peajes se ríen de nosotros o si realmente el que ha pensado el sistema necesita una paga por discapacidad mental.
Conducía mi padre y, después de hacer puntería en el peaje con el rótulo de manual, fuimos a parar detrás del lento de turno, como suele ser habitual. Desde nuestro coche le dedicamos unos cuantos ánimos, sobretodo después de que se abriera la barrera y el conductor de esa lata no encontrara ni la mano pegada a su brazo para engranar la primera.
Aún no entiendo el cartel de manual que precedía la entrada de aquel peaje: el operario debía estar tan desmejorado que era todo prótesis hasta parecer una máquina. Mientras, mi madre se había encargado de contar las monedas parar llegar al euro con 61 céntimos que reclamaba la máquina. Mi padre las introdujo en aquella especie de cenicero automatizado, pero ese escupió la moneda de un céntimo, aunque la reclamaba en la pantalla. La volvió a meter en el trasto y otra vez la escupió. La frotó por la máquina, pero nada, no había maneras de que la quisiera. Los cuatro coches de detrás nuestro nos dedicaban ánimos vía mano enganchado al claxon con Loctite.
De algún lado apareció una fémina a preguntar-nos si teníamos algún problema, como la chica de la curva pero en versión peaje. Con buenas palabras le explicamos que la p*ta máquina no quería comerse la p*ta moneda de un p*to céntimo, pero que la p*ta pantalla no paraba de reclamar el p*to céntimo.
- Es que la máquina no acepta monedas de un céntimo.
Eso fue lo que nos respondió ella y lo que nos dejó un poco descolocados teniendo en cuenta el importe del peaje. Nuestra solución fue meterle una moneda de dos céntimos (a la máquina, no a la fémina), pero también la escupió.
- Tampoco acepta monedas de dos céntimos.
Le echamos una de cinco céntimos mientras ella nos señalaba un pequeño cartelito en la parte menos visible de la máquina con la lista de monedas que no aceptaba (las de uno y dos céntimos). Y mientras tanto la máquina escupía la de cinco céntimos.
- Es que las monedas de cinco céntimos pesan poco y no las suele detectar a la primera.
Entonces la máquina nos lo escupió todo de golpe. Volvimos a introducir el arsenal de monedas, esta vez detectó la de cinco céntimos y nos devolvió el cambio en forma de dos monedas de dos céntimos
Ahora pregunto yo: ¿cómo puede ser que la máquina no acepte monedas de uno y dos céntimos pero sí que te las devuelva de cambio? ¿Quizá hay un gnomo dentro que las caga o cómo va? Quizá el cartel de "manual" es porque "la chica del peaje" que se nos apareció tiene que pasarse el día ahí explicando cómo narices poner las monedas en la máquina. Y también pienso: ¿por qué el peaje cuesta 1,61€ si luego no puede aceptar el céntimo? ¡Que le metan una cifra redonda que pueda aceptar la misma máquina, coj*nes! Sí, coj*nes en mayúscula, que se note que lo digo con más énfasis del que aporta un signo de exclamación normal: ¡coj*nes!
Pues eso, un euro con 61 céntimos, alguien tiene una deficiencia y no lo sabe.