*NANO*
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Por aquí conozco a uno que me comentó la basura de “salón” que presenció. @Curi_
¿El problema es del Salón de Ginebra o de los que no han querido ir?
Te contamos las emociones que genera un acontecimiento tan vacío, más allá de la ironía y la melancolía
"Más que un salón de Ginebra, parece una sala de estar, o más bien un estudio". Las bromas que circulan por la industria sobre la última edición del Salón del Automóvil de Ginebra van en esa dirección.
La ironía fácil al ver cómo se ha reducido (físicamente) el que fue el salón del automóvil más prestigioso del mundo es contagiosa. Como lo es la melancolía que uno siente al ver 10 marcas (mal contadas) ocupando un exiguo pabellón en el Palexpo.
Imaginar un futuro para un salón así es difícil, lo que ha reabierto el debate (erróneo en mi opinión) sobre el formato del "salón" que ya no funciona, que está pasado de moda, que al público no le interesa...
¿En qué piensan los fabricantes?
Creo que es más interesante invertir la perspectiva y preguntarse si el problema no está tanto en el propio salón, como en los que no han querido ir a él, dejándolo huérfano de novedades.
Es decir, la inmensa mayoría de los fabricantes que, tras la justificación racionalmente impecable de "¡las ferias cuestan demasiado, debemos centrar nuestras inversiones en otra cosa!", enmascaran su desconcierto ante una revolución que asusta.
Y cuando uno se asusta, ¿qué hace? Uno se contrae, evita la confrontación directa, prefiere estar sólo haciendo cosas (incluidos los grandes eventos). Es decir, hace lo que le interesa, de forma oportunista y a corto plazo. La reacción es instintiva y se aplica tanto a los individuos como a las empresas, aunque sean multinacionales.
Así es como la industria del automóvil se encierra cada vez más en sí misma, y lo hacen sobre todo los fabricantes europeos. El Salón del Automóvil de Ginebra es la manifestación gráfica de esta tendencia, un sálvese quien pueda y que Dios nos pille confesados, que es muy peligroso, porque corre el riesgo de debilitar aún más una industria, tanto a los ojos del público como de la política.
Yo añadiría que ese "estar solo" alimenta la 'autorreferencialidad', que ya era un vicio omnipresente en la gestión de quienes construyen automóviles y que hoy se ve aún más fomentada por la desintermediación de las plataformas digitales. Todo parece posible, controlable, manejable e influyente. Basta con pagar.
Lástima que esto sea la antesala de perder el contacto con la realidad, que es exactamente lo que aconsejamos a nuestros hijos que no hagan, cada día antes de ir a trabajar.
Volví de Ginebra preocupado por esto. Porque al ver el salón vacío con mis propios ojos, me di cuenta de que todavía hay poca conciencia en esta industria de cómo se abordan las revoluciones complejas: trabajando como un sistema, codo con codo. Sí, incluso con estands, que pueden ser viejos conceptualmente, pero son físicos y ayudan a mantenerse unidos.
¿El problema es del Salón de Ginebra o de los que no han querido ir?
Te contamos las emociones que genera un acontecimiento tan vacío, más allá de la ironía y la melancolía
"Más que un salón de Ginebra, parece una sala de estar, o más bien un estudio". Las bromas que circulan por la industria sobre la última edición del Salón del Automóvil de Ginebra van en esa dirección.
La ironía fácil al ver cómo se ha reducido (físicamente) el que fue el salón del automóvil más prestigioso del mundo es contagiosa. Como lo es la melancolía que uno siente al ver 10 marcas (mal contadas) ocupando un exiguo pabellón en el Palexpo.
Imaginar un futuro para un salón así es difícil, lo que ha reabierto el debate (erróneo en mi opinión) sobre el formato del "salón" que ya no funciona, que está pasado de moda, que al público no le interesa...
¿En qué piensan los fabricantes?
Creo que es más interesante invertir la perspectiva y preguntarse si el problema no está tanto en el propio salón, como en los que no han querido ir a él, dejándolo huérfano de novedades.
Es decir, la inmensa mayoría de los fabricantes que, tras la justificación racionalmente impecable de "¡las ferias cuestan demasiado, debemos centrar nuestras inversiones en otra cosa!", enmascaran su desconcierto ante una revolución que asusta.
Y cuando uno se asusta, ¿qué hace? Uno se contrae, evita la confrontación directa, prefiere estar sólo haciendo cosas (incluidos los grandes eventos). Es decir, hace lo que le interesa, de forma oportunista y a corto plazo. La reacción es instintiva y se aplica tanto a los individuos como a las empresas, aunque sean multinacionales.
Así es como la industria del automóvil se encierra cada vez más en sí misma, y lo hacen sobre todo los fabricantes europeos. El Salón del Automóvil de Ginebra es la manifestación gráfica de esta tendencia, un sálvese quien pueda y que Dios nos pille confesados, que es muy peligroso, porque corre el riesgo de debilitar aún más una industria, tanto a los ojos del público como de la política.
Yo añadiría que ese "estar solo" alimenta la 'autorreferencialidad', que ya era un vicio omnipresente en la gestión de quienes construyen automóviles y que hoy se ve aún más fomentada por la desintermediación de las plataformas digitales. Todo parece posible, controlable, manejable e influyente. Basta con pagar.
Lástima que esto sea la antesala de perder el contacto con la realidad, que es exactamente lo que aconsejamos a nuestros hijos que no hagan, cada día antes de ir a trabajar.
Volví de Ginebra preocupado por esto. Porque al ver el salón vacío con mis propios ojos, me di cuenta de que todavía hay poca conciencia en esta industria de cómo se abordan las revoluciones complejas: trabajando como un sistema, codo con codo. Sí, incluso con estands, que pueden ser viejos conceptualmente, pero son físicos y ayudan a mantenerse unidos.