Por un lado me parece extraordinariamente bien que haya un sistema de alertas público.
Por el otro, desde el momento en que no te dejan elegir si lo quieres o no, ya me toca bastante las narices, sobre todo cuando no sabes cual es la letra pequeña, tipo geolocalización, etcétera...
Y, por supuesto, yo no he dado permiso a nadie para que tenga acceso completo a mi teléfono. Igual tengo fotos o documentos que no me apetece que nadie vea y menos el gobierno. Éste, el que venga o la OTAN, igual me da. Al final lo que van a conseguir es que tengamos el teléfono apagado. O, mejor aún, que desempolvemos los viejos Nokia que tenemos por ahí y sean los que tengamos encendidos para que nos localice quién nos tenga que localizar y nadie más.
Ya dijo Benjamin Franklin que aquel que renuncia a su libertad por una supuesta seguridad, no merece ni la una ni la otra. No lo dijo así exactamente pero, vamos, que es lo que quería decir.
Y por supuesto, si quieres libertad necesitas privacidad. Volvemos a la tontería esa de "yo no tengo nada que ocultar". Pues yo sí, oiga, a usted ¿qué carajo le importa qué leo, a donde voy o con quién me acuesto?
Bastante información personal vamos dando por ahí constantemente y en delante de demasiadas cámaras tenemos que pasar todos los días y no digo solo las de tráfico, que también... como para que tengamos el Gran Hermano en casa.
A lo mejor si viviésemos en una democracia y tuviésemos un gobierno mínimamente honrado y mínimamente eficaz pues igual yo no sería tan reticente. Pero, lo siento, el gato escaldado del agua fría huye.