Renault Safrane
Renault es una marca de coches que vive
un momento ciertamente dulce en cuanto a
cambio de imagen, lanzamientos de producto, renovación de gama y éxitos deportivos.
Al tiempo que su característico rombo rayado (al que los franceses han vuelto hace unos meses con toques neorretro) pasa a ser de cromado y liso, es entonces cuando estrenan en sus
coches el nuevo con un orgullo tan creciente como esta 'pieza' modelos que, además, van abandonado la característica nomenclatura numérica en favor de
palabras más conceptuales.
Por ejemplo, el primer Renault Clio sustituye al Supercinco (por encima del Twingo, que ocupa más o menos el nicho del Renault 4); el Renault Mégane reemplazará al R-19, el Laguna, al R-21...
Y en 1992, en plena efervescencia y hasta como dominadores de la F1, el Renault Safrane
recogerá el testigo del R-25 como tope de gama, en el segmento de las berlinas de lujo.
La idea era buena, porque el ya consolidado y familiar Renault Espace, en la naciente fiebre de los monovolúmenes, iba a tener versiones más 'altas' y lujosas, pero no podía asemejarse al prestigio que con el que seguían contando las berlinas (no como hoy) y, más concretamente, las
berlinas E de representación.
El
Renault Safrane nace hace justo 30 años con la intención de ofrecer
espacio, lujo y confort y
practicidad (portón trasero) bajo una
apariencia ciertamente conservadora. Sin embargo, a pesar de todo eso y del listón tan bajo que había dejado su predecesor en cuestiones de calidad, su aceptación es mucho menor de la esperada, aunque los motivos dan lugar a todo tipo de debates.
Visto en perspectiva, el hecho de no ofrecer un look rompedor parecía algo muy razonable para el público al que iba dirigido (máxime cuando luego su sucesor, el
Renault Vel Satis, de 2001, de formas mucho más redondeadas, cosecharía menos éxito aún). Pero el hecho de que no se desmarcara tanto del Laguna ni del R-25 no jugó precisamente a su favor para justificar su sobreprecio.
Más debieron de 'pesar' sus discretas prestaciones, teniendo en cuenta el posicionamiento al que aspiraba, fruto de unas motorizaciones iniciales de entre 1.995 cc y 2.165 cc y tres litros poco después y a partir del restyling de 1996), de 105 a 190 CV. Sólo
el carísimo y 'gastón' Safrane 3.0 Biturbo llegaría a los 268 CV y alcanzaría una punta de 250 km/h.
Los
motores turbodiésel tampoco ayudaron al despegue de sus ventas, porque en un momento en el que esta tecnología estaba claramente en auge, no contaron con la inyección directa que sí que empezaba a ser un estándar entre rivales (desventaja que se notó especialmente, respecto a los alemanes).
Pero lo que penalizó definitivamente a este modelo a lo largo de toda su vida
(de 1992 a 2000) fue su
caja de cambios, que nunca llegó a satisfacer del todo a nadie ni en su versión manual (poco precisa y nada comunicativa) ni en su variante automática (lenta, nada refinada y tampoco a la altura de sus competidores).
En algunos mercados, el Safrane tuvo una segunda vida en 2009.
Así pues, el protagonista de nuestro capítulo de hoy, el
Renault Safrane, cesó su producción oficial en 2000... si bien es cierto que, a modo de curiosidad, hubo un
Renault Safrane II en 2009 para los mercados de Oriente Próximo, pero que, como puedes comprobar en la imagen superior, poco se parecía al original en formas y, sobre todo, concepto...