Con esto de las vacaciones os pongo un pequeño tocho de mis aventuras por los alrededores de Dénia y el incendio de La Vall d'Ebo. Ahora con el tiempo pasado, miro atrás y me río al pensar en todo el follón y la forma de gestionarlo.
Por la tarde del segundo día iba a tener un rato para mí que decidí emplear en ir a descansar un rato en el hotel. Como parecía que el incendio se estaba descontrolando contacté con el hotel para preguntar si podía subir. Estaban evacuando a gente cerca del pueblo al que iba, pero me comentaron que en principio era seguro ir al pueblo, Benialí. Para llegar ahí debía ir hasta Pego, valle grande y abierto desde donde vería mejor cómo estaba el asunto y ahí, después de otro pueblo llamado L'Atzúbia, la carretera se metía en un pequeño desfiladero entre curvas hasta llegar a Benialí. Para mí, la parte complicada era la carretera de curvas por los desfiladeros, por si el fuego saltaba a esa zona, había peligro de quedar ahí atrapado. Por otro lado, viendo la magnitud del incendio pensaba en llegar al hotel y coger maletas por si acaso no podíamos volver.
En primer lugar, al salir del Aldi desde donde había contactado con el hotel mientras me tomaba una Cocacola, voy a quitar el techo al Mazda, pasa un hidroavión, miro al cielo y lo vuelvo a cerrar. A ver si voy a salir en remojo en una de estas pasadas. Por otro lado, techo de tela y un incendio, en fin, a ver qué pasa. Salgo hacia Pego y parece que el fuego está lejos, así que continúo hacia L'Atzúbia, las columnas de humo se intensifican y se acercan, pero decido tirar adelante hacia la parte del desfiladero estrecho. Nada más entrar en esa zona, parece que las llamas han llegado a esa parte y están bajando por el desfiladero. Mientras, me voy encontrando con un montón de bicis subiendo. No los entiendo. ¿Cómo te metes en bici por una carretera hacia un incendio forestal? En fin, a la primera que veo, echo un par de fotos a las llamas, todavía a lo lejos pero que empiezan a bajar, solo por aquello de "aquí pasa todo dios y yo no me atrevo a llegar al hotel, vaya nenaza estoy hecho". A ver, entededme, no sabía lo rápido que llegarían las llamas a la carretera, si llegaba al pueblo, el coche se quedaba en los aparcamientos de las afueras, rodeado de pinos y vegetación en ambos casos, así que si llegaba al pueblo y luego no podía salir de ahí porque el fuego se acercaba, mi coche se quemaba sí o sí.
Total, que doy media vuelta y a los cinco minutos me llaman del hotel preguntándome dónde estoy, me dicen que está ahí la Guardia Civil, que están evacuando el pueblo, que desalojan el hotel y que en 5 minutos tiene que estar todo el mundo fuera, que esa noche no es posible dormir en el hotel. Hacía poco que el hotel estaba abierto y se notaba que el que me llamaba, uno de los dueños, estaba muy nervioso. Además, pensando que cerraban el hotel por el peligro de la cercanía del fuego y sabía que yo estaba yendo para allá. Me quedé un poco en estado de shock asimilando la situación. Estuve un momento pensando un "vale, y ahora qué c**o hacemos" y seguí conduciendo sin rumbo en dirección Dénia.
Entonces hice lo que suelo hacer cuando necesito pensar: cambiar el zumo de las aceitunas, mear. Eso siempre me tranquiliza y me despeja la mente. Me detuve frente a un cartel de una urbanización de los que pone "zona videovigilada" y regué algunos matorrales que acusaban la sequía. Por ahí me tendrán videovigilado supongo. Ahí llegué a la conclusión que no hacía falta ir donde los desalojados, di por hecho que la tía de mi amiga nos dejaría quedar en su casa. También decidí no decirle nada a la amiga hasta que terminara la visita con su abuela, que llevaban años sin verse y tampoco se la quería estropear. Busco un Decartón y para Ondara que me voy a comprar calzoncillos, unos pantalones para usar de pijama y alguna camiseta, además de una bolsa de deporte para meterlo todo. En eso que al entrar al sitio, mi amiga me llama y me pregunta si he estado visitando el castillo de Dénia y yo "bueno... verás, ven al Decartón que necesitas ropa". Y de ahí a un Carrefour a por desodorante y cepillo de dientes.
Esa noche, del cansancio y del estrés de la situación dormí del tirón. Al despertarme vi un mensaje del hotel en el móvil diciendo que esa mañana habían reabierto el pueblo y podíamos subir. Haría una hora que nos lo habían mandado. Nos levantamos del tirón y aún sin saber si aquello era un sueño o era real cogimos el coche y para allá que fuimos. Tocaba subir a casa esa mañana y el hecho de llegar al pueblo determinaría si lo hacíamos con o sin maletas. Desde lejos la cosa no pintaba bien, yo estaba calladito y con el culo apretado porque viendo de donde venía el humo, la cosa pintaba peor que el día anterior. Miedo me daba cómo estaría el último tramo hasta llegar al pueblo, las cuervas entre desfiladeros. Y yo con un coche con capota de lona... Antes de llegar a la temida zona un coche de policía cortaba el paso y nos obligaba a dar media vuelta. Le comenté que desde el hotel hacía menos de una hora nos habían dicho que era posible subir, porque me extrañaba que cerraran la carretera y desde el hotel no me avisaran. El policía me comentó que la carretera estaba cortada y que la situación estaba tan chunga que no dejaban ni pasar al de delante, que lleva bocadillos a los de la UME.
Doy media vuelta y en el primer sitio que puedo llamo al hotel, mientras van pasando camiones del ejército. En el hotel no estaban al caso de que la carretera estuviera cortada, empiezan a ponerse nerviosos y quedamos en que nos mandarán las maletas, ya que decidimos emprender el camino de vuelta. Ese día nos volvieron a mandar un mensaje diciendo que a medio día el fuego rodeó el pueblo entero y el ejército tuvo que evacuarlos. Entonces pienso en que si llegamos a ir más temprano y logramos llegar al pueblo, habríamos quedado ahí atrapados. Menos mal que fuimos más tarde y ya encontramos la carretera cortada.
Y aquí estoy, una semana después con cuatro calzoncillos y solo con camisetas chorras y viejas. Eso me pasa por llevarme medio armario.
Por otro lado, espero que los del hotel no crean que soy un psicópata o algo, porque el último día me llevé la cámara de fotos conmigo y no me cabía en la mochila, de modo que vacié todo lo que no necesitaba. En ella había una navaja de esas algo espectaculares (completamente legal, eso sí), que para no dejar por ahí encima puse en el cajón de la mesilla de noche. Lo que pensarán cuando la vean...
En fin, una experiencia más en la vida, y ahora sí, fin del ladrillo, desahogado me hallo.