Aguas de la Cuenca del Ebro, S.A.: Pérdidas de 4,5 millones y 143.465 euros de retribución para Pere Navarro Olivella y demás consejeros.
Hace unos meses informábamos en El Antirradar del sobresueldo que, desde el año 2004, percibe el Director General de Tráfico como consejero de la Sociedad Aguas de la Cuenca del Ebro, S.A., empresa de titularidad pública cuyo órgano de administración (al igual que otras sociedades similares de diversas cuencas hidrográficas) está trufado de altos cargos del Gobierno, sobre todo de los Ministerios del Interior y de Economía.
Una manera de retribuir los desvelos de muchos secretarios de Estado, directores generales, jefes de Gabinete y asimilados. En 2009, pese a que la sociedad cogobernada por Navarro registró unas pérdidas superiores a los 4,5 millones de euros, la retribución al Consejo superó los 143.000 euros. Navarro puede haberse embolsado, desde su nombramiento como consejero en la empresa alrededor de 100.000 euros. La crisis con pan es menos.
De su puño y letra. La angulosa firma de Pere Navarro (ver imagen), encabeza la conformidad de los administradores de la Sociedad a unas cuentas anuales (publicadas por el Registro Mercantil de Zaragoza) de las que no pueden sentirse especialmente orgullosos. Con unas pérdidas en 2009 superiores a los 4,5 millones de euros, diez señores consejeros se repartieron en ese ejercicio 143.465 euros. Bien es cierto que la retribución es bastante inferior a la registrada en el ejercicio precedente, cuando la chequera societaria repartió 203.465 euros, aunque, eso sí, la Sociedad ganó más de 8 millones de euros, básicamente porque el importe de su cifra de negocios sextuplicó la obtenida un año después.
En total, 1.026.493 euretes en esos nueve años se han repartido Navarro y demás consejeros de la Sociedad. Millón y pico de euros que, multiplicados por la miríada de empresas públicas y entes autónomos que tan generosamente complementan los sueldos de los altos cargos del Gobierno, bien podían haberse destinado a pagar pensiones, funcionarios, subsidios de paro o simplemente a reducir el déficit público.
Y a ver cuánto se repartieron los administradores de Aguas de la Cuenca del Ebro en 2010, cosa que sabremos en el segundo semestre del año, una vez se cumpla con el preceptivo depósito de las cuentas en el Registro Mercantil.
Navarro cesó como consejero en 2010.
En 2011 ya sabemos que Navarro no verá un duro de la sociedad pues, salvo que vuelva a ser nombrado ahora, su cese como consejero se produjo en noviembre del año pasado. ¿Le habrá dado un ataque de vergüenza, o es que ve próxima su salida del Gobierno?
No acaba ahí la cosa del dinero público. Resulta que esos malos resultados obtenidos por la Sociedad han obligado a su accionista (nosotros, los ciudadanos) a realizar una ampliación de capital por valor de 8,5 millones de euros, totalmente desembolsada en febrero de 2010. ¡Bravo por los administradores de la empresa, que tienen un accionista con recursos ilimitados para cubrir las pérdidas y también para retribuirlos!
Sobre bonus millonarios.
Mucho se habla en estos tiempos de tribulación empresarial y financiera sobre la escasa moralidad de las retribuciones de ejecutivos y consejeros de empresas por conceptos como bonus o dietas, tanto por la situación general de la economía, con cinco millones de parados que asisten con asombro a los festines de los elegidos, como por la frecuente circunstancia de que las empresas para las que trabajan o a las que asesoran como consejeros se encuentren gravemente enfermas y acumulen pérdidas millonarias. No diré yo que esté ni bien ni mal, puesto que el capital privado es muy libre de retribuir como mejor le plazca. Mientras lo aprueben los accionistas, que son los que arriesgan su dinero, nadie tiene nada que decir.
Sin embargo, cuando los accionistas somos los contribuyentes, a través del Estado, la cosa es bien diferente. Y es perfectamente exigible ante quien defiende los intereses del dinero de todos, y denunciable ante la opinión pública, que administradores de empresas públicas que pierden dinero no deben cobrar (más allá de sus salarios y honorarios) cuando las empresas que administran tienen pérdidas. Qué menos que un gesto de austeridad, que lo es en el fondo de respeto al contribuyente.
Lamentablemente, no es así, y docenas de altos cargos cobran jugosos complementos en empresas públicas que pierden dinero como se pierde el agua del río que va a parar al mar, nunca mejor dicho, en el caso de Aguas de la Cuenca del Ebro, S.A.
Hace unos meses informábamos en El Antirradar del sobresueldo que, desde el año 2004, percibe el Director General de Tráfico como consejero de la Sociedad Aguas de la Cuenca del Ebro, S.A., empresa de titularidad pública cuyo órgano de administración (al igual que otras sociedades similares de diversas cuencas hidrográficas) está trufado de altos cargos del Gobierno, sobre todo de los Ministerios del Interior y de Economía.
Una manera de retribuir los desvelos de muchos secretarios de Estado, directores generales, jefes de Gabinete y asimilados. En 2009, pese a que la sociedad cogobernada por Navarro registró unas pérdidas superiores a los 4,5 millones de euros, la retribución al Consejo superó los 143.000 euros. Navarro puede haberse embolsado, desde su nombramiento como consejero en la empresa alrededor de 100.000 euros. La crisis con pan es menos.
De su puño y letra. La angulosa firma de Pere Navarro (ver imagen), encabeza la conformidad de los administradores de la Sociedad a unas cuentas anuales (publicadas por el Registro Mercantil de Zaragoza) de las que no pueden sentirse especialmente orgullosos. Con unas pérdidas en 2009 superiores a los 4,5 millones de euros, diez señores consejeros se repartieron en ese ejercicio 143.465 euros. Bien es cierto que la retribución es bastante inferior a la registrada en el ejercicio precedente, cuando la chequera societaria repartió 203.465 euros, aunque, eso sí, la Sociedad ganó más de 8 millones de euros, básicamente porque el importe de su cifra de negocios sextuplicó la obtenida un año después.
En total, 1.026.493 euretes en esos nueve años se han repartido Navarro y demás consejeros de la Sociedad. Millón y pico de euros que, multiplicados por la miríada de empresas públicas y entes autónomos que tan generosamente complementan los sueldos de los altos cargos del Gobierno, bien podían haberse destinado a pagar pensiones, funcionarios, subsidios de paro o simplemente a reducir el déficit público.
Y a ver cuánto se repartieron los administradores de Aguas de la Cuenca del Ebro en 2010, cosa que sabremos en el segundo semestre del año, una vez se cumpla con el preceptivo depósito de las cuentas en el Registro Mercantil.
Navarro cesó como consejero en 2010.
En 2011 ya sabemos que Navarro no verá un duro de la sociedad pues, salvo que vuelva a ser nombrado ahora, su cese como consejero se produjo en noviembre del año pasado. ¿Le habrá dado un ataque de vergüenza, o es que ve próxima su salida del Gobierno?
No acaba ahí la cosa del dinero público. Resulta que esos malos resultados obtenidos por la Sociedad han obligado a su accionista (nosotros, los ciudadanos) a realizar una ampliación de capital por valor de 8,5 millones de euros, totalmente desembolsada en febrero de 2010. ¡Bravo por los administradores de la empresa, que tienen un accionista con recursos ilimitados para cubrir las pérdidas y también para retribuirlos!
Sobre bonus millonarios.
Mucho se habla en estos tiempos de tribulación empresarial y financiera sobre la escasa moralidad de las retribuciones de ejecutivos y consejeros de empresas por conceptos como bonus o dietas, tanto por la situación general de la economía, con cinco millones de parados que asisten con asombro a los festines de los elegidos, como por la frecuente circunstancia de que las empresas para las que trabajan o a las que asesoran como consejeros se encuentren gravemente enfermas y acumulen pérdidas millonarias. No diré yo que esté ni bien ni mal, puesto que el capital privado es muy libre de retribuir como mejor le plazca. Mientras lo aprueben los accionistas, que son los que arriesgan su dinero, nadie tiene nada que decir.
Sin embargo, cuando los accionistas somos los contribuyentes, a través del Estado, la cosa es bien diferente. Y es perfectamente exigible ante quien defiende los intereses del dinero de todos, y denunciable ante la opinión pública, que administradores de empresas públicas que pierden dinero no deben cobrar (más allá de sus salarios y honorarios) cuando las empresas que administran tienen pérdidas. Qué menos que un gesto de austeridad, que lo es en el fondo de respeto al contribuyente.
Lamentablemente, no es así, y docenas de altos cargos cobran jugosos complementos en empresas públicas que pierden dinero como se pierde el agua del río que va a parar al mar, nunca mejor dicho, en el caso de Aguas de la Cuenca del Ebro, S.A.