Off Topic RPM2: Pulsaciones por minuto

Tema en 'Foro General BMW' iniciado por Basse Corniche, 12 Nov 2018.

  1. Tommy Gun

    Tommy Gun En Practicas

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    Falta la de Gimme Shelter de los Stones, cuando haga acto de presencia el malo-malísimo. Lo ha hecho tantas veces Scorsese, que creo que ya se puede copiar sin problema.
     
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  2. Basse Corniche

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    Ya la he cambiado. Ya te dije que no me convencía.
     
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  3. Gus

    Gus Tali-bahn Administrador Coordinador

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    Enlarging our world!!!! :)
     
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  4. bigwave

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    Me alegra ver que lo has retomado
     
  5. Basse Corniche

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    Gracias. Nunca lo he dejado, pero las obligaciones laborales dejan poco tiempo.
     
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  6. bigwave

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    Como va esto?
     
  7. bigwave

    bigwave Forista Senior

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    He visto q has publicado otro libro, como va este?
     
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  8. Basse Corniche

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    ¡Ui, subida de hilo!

    Pues si, publiqué otro libro que nada tenia que ver con RPM, pero me apetecía hacer porque con RPM2 aún tengo una pequeña encrucijada, y es que no se si hacerlo con Michel de protagonista o con Mélissa. Así que escribí Jacob 23:14 para despejarme de este y además poder participar en el premio literario amazon.

    Se que muchos lo esperais con candeletas, porque no eres el primero que me lo dice, pero no quiero correr y prefiero estar seguro de lo que escribo antes de avanzar más.

    Un saludo!
     
    Última edición: 17 Ago 2020
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  9. bigwave

    bigwave Forista Senior

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    Gracias, seguiremos esperando, creo q ese último capítulo es el mismo que compartiste en Junio de 2019
     
  10. smash

    smash Forista Legendario

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    curioso descubrimiento
     
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  11. Basse Corniche

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    Pues te va a tocar esperar un tiempo, ya lo siento.

    Pero la primera parte si que la estoy actualizando, por si te apetece leerla antes.
     
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  12. Basse Corniche

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    6- Oferta de trabajo


    Debido a un acto reflejo que buscaba poner fin a la pesadilla que se reproducía en mi cabeza, abrí los ojos de manera abrupta. Perdí mi mirada en el techo de la habitación mientras intentaba explicarme a mí mismo donde estaba, pues durante unos segundos mi mente no fue capaz de asimilar el nuevo escenario. Descendí con lentitud mi vista hacia la cama donde dormía Mélissa, y fue en ese instante en el que empecé a ser consciente de la situación y su gravedad. Alguien había intentado matarme. Y no, no había sido un sueño.

    Aun estirado, palpé el suelo con mi mano izquierda hasta que hallé mi Tag Heuer, que se encontraba en el mismo lugar donde lo había dejado antes de acostarme, detrás de una de las patas del somier. Gracias a la creciente claridad de un nuevo día, que se colaba entre los recovecos de la persiana, pude saber que faltaban apenas unos minutos para que la manecilla del horario se posara en las siete de la mañana.

    Había dormido más bien poco, y me sentía agotado, pero sabía que conciliar el sueño de nuevo sería imposible, así que decidí levantarme. Me incorporé muy despacio, en un intento de minimizar el ruido que emitía la estructura del sofá al separar mi cuerpo de ella.

    —¿Michel? —El afinado sentido auditivo de Mélissa ganó la partida a mis precarias habilidades en el arte del sigilo—. ¿Te marchas? —Me preguntó aun dormida.

    —No puedo dormir —Me acerqué y acaricié su frente—, así que voy a ir al apartamento a buscar ropa limpia. Tú duerme, que yo vendré luego a verte.

    —¿Estás bien? —Extendió su mano izquierda para acariciar mi antebrazo con las yemas de sus dedos y detener mi paso—. Sabes que puedes explicarme lo que quieras, si te sientes mal, o… o si tienes miedo…

    —No tengo miedo, Mél, de verdad. Es solo que no puedo conciliar el sueño y me agobio en la cama. Ya me conoces.

    —Está bien, te creo.

    —¡Claro que me crees! ¡Faltaría más! —Le hice ligeras cosquillas cerca del abdomen hasta que suplicó clemencia.

    Me metí en el baño para mudarme de vestimenta sin molestar en exceso el descanso de Mélissa. Recogí la ropa que la noche anterior había colgado de la mejor manera posible en un intento desesperado de que se secase. Pese a que estaba algo húmeda y desprendía cierto olor raro, mezcla de cloro y barbacoa, pude vestirme con ella. Me aseé y salí de nuevo a la habitación. Busqué con el mismo sigilo las llaves del coche y mis pertenencias, y me dispuse a abandonar la estancia.

    —Michel —Mi nombre en los labios de Mélissa detuvo mi paso—, ve con cuidado.

    —Sabes que si —Me giré para responderle—. Luego vendré a verte. Duerme, ¿de acuerdo?

    Al salir, dos gendarmes diferentes a los de la jornada anterior, y conocedores de mi presencia allí, informados con total certeza por los compañeros a los que sustituían, me dieron los buenos días.

    Anduve por el pasillo en dirección al ascensor. Al llegar, solicité la presencia del elevador mediante el botón y al instante las puertas se abrieron. Unos pocos segundos más fueron suficientes para alcanzar de nuevo el último nivel, donde se situaba el aparcamiento. Al salir, caminé hacía el Nissan con la mirada fija en un punto indefinido del suelo a la vez que coqueteaba con las llaves entre mis dedos, sin sacar la mano del bolsillo. Al llegar al coche, desbloqueé el seguro, abrí la puerta y me senté en el asiento. Suspiré y pensé en la pequeña mentira que le acababa de decir a Mélissa. ¿Qué si tenía miedo? Jamás había sentido tanto como hasta ahora. Me aterraba observar cómo, en el transcurso de tan solo una semana, el devenir de los acontecimientos descubría un nuevo presente tan incierto como oscuro, y que se presentaba de una manera tan fugaz que apenas había margen de reacción.

    Introduje la llave en el bombín y me dispuse a arrancar, pero la acción fue abortada por el golpeteo de dos nudillos en el cristal de mi puerta. Asustado en un principio por la inesperada presencia, bajé la ventana al reconocer la silueta.

    —Vaya, nunca había visto un Nissan de estos de cerca.

    —Buenos días, Comisario —Saqué la llave del contacto y salí del coche.

    —¿Has podido descansar, muchacho?

    —Sí, he dormido algo. ¿Qué hace tan pronto aquí?

    —He venido a interesarme por el estado de Mélissa —Dirigió su mano al bolsillo interior de su gabardina, sacó su paquete de Marlboro, se llevó un cigarro a la boca y me ofreció otro.

    –¿A las siete y cuarto de la mañana? —Lo prendí y expulsé una bocanada de humo—. Creo que el horario de visitas empieza más tarde.

    —Algunos tenemos una especie de carné Vip —Abrió de nuevo su gabardina, y dejó entrever su placa—. He venido a verla a ella, pero antes quería verte a ti. ¿Quieres hablar?

    —Que otra opción me queda.

    —Vamos a desayunar.

    —Preferiría no perder mucho tiempo. Quiero ir al apartamento de Saint-Laurent, y acercarme a lo que queda de la casa.

    —Solo te robaré algo más de media hora.

    —Quien roba a un ladrón… —Respondí con cierta desgana—. Está bien, suba.

    —Vamos con mi coche mejor.

    Condené de nuevo el Nissan y seguí sus pasos hasta un Mercedes-Benz E55 AMG plateado, de la generación W211, que se encontraba estacionado unas plazas más al fondo, y que supuse que era del Comisario en el momento en que los intermitentes parpadearon a la solicitud del mando a distancia.

    [​IMG]
    6-1.JPG

    —Buen coche —Le dije mientras subía al asiento del copiloto.

    —Es fiable, es cómodo y es potente. Y lo mejor de todo es que por estos lares pasa por una discreta berlina vieja.
    Guardó la llave en su bolsillo, presionó el botón de arranque situado en la palanca del cambio automático, y el V8 Kompressor cobró vida con un bronco ronroneo, minimizado al momento por el equipo de música Harman & Kardon, que empezó a reproducir Shout de Tears for Fears.




    ¿Te molesta? —Me preguntó al accionar el botón del techo solar para abatirlo un par de dedos.

    —Es su coche.

    Salimos del recinto hospitalario y el Comisario puso rumbo a la Moyenne Corniche, que nos sirvió para llegar en apenas veinte minutos a Èze, una preciosa localidad situada en lo alto de un acantilado, a caballo entre Niza y Mónaco, y que disfrutaba de una vasta y espectacular vista panorámica de la Côte d’Azur.

    El Comisario aparcó en una de las muchas plazas disponibles en aquellas tempranas horas. Bajamos del coche y cruzamos la calle para tomar asiento en la terraza del Gascogne Café.

    [​IMG]
    6-2.jpg

    —Suerte que solo iba a ser media hora; ya es casi el tiempo que hemos empleado en llegar hasta aquí.

    —Ya te dije que iba a ser algo más.

    —¿Que van a tomar? —Una joven salió a atendernos.

    —Un café con leche.

    —Que sean dos —repliqué—. Bien, usted dirá.

    —No me vas a tutear, ¿verdad? —Ante mi movimiento de cabeza en negación, sacó el paquete de tabaco, extrajo dos cigarros de los cuales me ofreció uno, y lo dejó en la mesa— ¿Quién crees que hay detrás de lo sucedido ayer?

    6-3.jpg

    —Dígamelo usted, que en eso consiste su trabajo. No me creo que todavía no lo sepan… —Esputé con cierto recochineo.

    —Como es lógico, aún es pronto para averiguarlo, pero no estaba de más preguntarte, por si acaso tenías alguna ligera sospecha, quizás algún enemigo del pasado.

    —No, que yo recuerde no tengo enemigos. Y Nasser está muerto —El comisario asintió con la cabeza y añadió.

    —Hay doce usuarios que se han quedado sin sus coches, así que muy contentos no deben estar.

    —Es un buen motivo —Empecé a vislumbrar en mi cabeza el rostro de los dueños de los dioses, intentando estrechar el cerco.

    —Por otra parte, no creo que sean el tipo de personas que se mancharían las manos de sangre, y menos por un coche.

    —¿Y usted que piensa?

    —Ya te he dicho que todavía es pronto para sacar conclusiones. Habrá que esperar al avance de la investigación.

    —¿Y ya está? ¿De eso quería hablar? Ya le he dicho que no quería perder el tiempo.

    —Tranquilo, Michel. Eso solo era una pregunta sin más. El verdadero motivo es concretar tu infiltración.

    —¿Mi infiltración dónde?

    —En la organización de Kutznesov.

    —¿Co… cómo? —No pude disimular mi cara de asombro— ¡Pero si Kutznesov está…!

    —Si, Víctor está muerto. Falleció en un accidente de tráfico a bordo de un Ferrari. Habrás leído algo en los periódicos —afirmó con ironía—. Una tragedia, un chico tan joven. El alcohol y el volante no son buenos compañeros —El Comisario paladeaba con gusto cada palabra que emitía recordando el suceso que le costó la muerte a Víctor—. Y que desgracia para la hermana, perder a otro ser querido de la misma manera que perdió a su padre, Mijaíl, en la carretera —Propinó una calada al cigarro ante mi expresión de estupefacción absoluta—. Si es que tanto Vodka no puede ser bueno —Sentenció con una sarcástica sonrisa.

    —Pero entonces, ¿Quién está al mando de la organización?

    —Ya te lo he dicho.

    —No, no me ha… ¡¿En serio?! ¡¿La hermana?

    —Agatha Kutznesov. La princesa de hielo.

    —¿Y porque cree que los rusos están detrás de los robos?

    —Solo por el historial delictivo que les precede no tendría la menor duda. Pero si nos remontamos a los hechos acaecidos en La Turbie años atrás…, creo que no hace falta ser más explícito, ¿no es así? —Asentí sin parpadear.

    —¿Interrogaron a los hombres de Nasser?

    —Créeme que si —Una muesca de cruel satisfacción se dibujó en su cara—. Todos coincidieron en que los coches deberían estar en Levens, y que hasta que Zeus no entrase en el olimpo no sabían cuál era el siguiente paso.

    —¿Cree que es verdad? ¿No tendría Nasser algún topo?

    —Nasser siempre fue muy desconfiado, pero claro, si quieres robar a gran escala necesitas un equipo humano para mover todo el material. Así que seleccionaba muy bien quien trabajaba para él.

    —Pues parece ser que no acertó con Víctor.

    —Te equivocas. Nasser ya se encargó de arreglar sus errores de juventud con los rusos. Sabía que no podía estar siempre jugando al gato y al ratón con ellos, y menos en un lugar tan pequeño como es la Costa Azul. Así que les pidió perdón por la estafa cometida tiempo atrás. No por la muerte de Mijaíl, era demasiado orgulloso para ello.

    —¿Y aceptaron su perdón?

    —Si, pero con matices. Nasser abonó una importante cantidad de dinero y acordaron no molestarse en los negocios. Agatha, nunca terminó de fiarse de Nasser, por eso Víctor empezó a trabajar con él, para intentar tender algunos puentes.

    —Y sesgar algunas vidas —añadí al acordarme de mi amigo Sébastien—. ¿Y cómo quiere que me infiltre? ¿Me presento en la puerta de su mansión y les dejo un currículum?

    —Y una carta de presentación, con recomendaciones... —Sorbió un poco del café que acababan de servirle—. Entrar ahí no va a ser fácil. Es una organización formada casi en exclusiva por miembros de la misma familia. Son un grupo muy cerrado y hostil con los forasteros. Pero el negocio es el negocio, y les hace falta un conductor rápido ahora que Víctor no está.

    —¿Entonces?

    —Verás, vas a tener que volver a poner el cartel de disponible en el mercado del hampa.

    —¿Quiere que robe algún coche?

    —No exactamente. ¿Conoces el Jimmy’z?

    —Claro, nunca he estado, pero se dónde está.

    —Pues allí te espera esta noche Lázaro. Un buen amigo, y el dueño del chiringuito.

    —¿Y qué tiene que ver con todo esto?

    —Verás —El Comisario bajó el tono de su voz y se acercó un poco hacia mi—, Lázaro necesita un conductor para un transporte. Uno rápido. Yo ya le he pasado tu currículum y parece ser que le ha gustado. Hazlo bien y seguro que algunas puertas se abren.

    —Un transporte… —el Comisario asintió con un movimiento de cabeza—. No se que me asombra más, si la oferta o el emisor de esta —Le miré con cierta desidia.

    —Si llenas la pecera de peces pequeños, no tendrás sitio para meter a los peces grandes.

    —No se si me interesa tan siquiera salir de pesca.

    —Pues tu libertad depende de ello.

    La última afirmación puso punto final a la distendida conversación. El Comisario sacó las monedas para pagar los cafés, las dejó en el platillo que contenía el tique de la consumición. Se levantó de la mesa, extrajo su teléfono móvil y, tras comprobar un par de mensajes exclamó.

    —Me vas a tener que perdonar, pero he de ir a Mónaco, así que no puedo acercarte al Hospital.

    —¿Que?

    —Pide un taxi —exclamó en alta voz mientras se introducía de nuevo en su berlina germana—. ¡Y cámbiate de ropa para esta noche!

    Y el Mercedes se perdió en cuestión de segundos entre la serpenteante carretera.

    [​IMG]
     
    Última edición: 19 Oct 2023
  13. Basse Corniche

    Basse Corniche Ladyspeed Miembro del Club

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    @bigwave , he cambiado el último capítulo. Ahora irán más de seguido.

    Espero que os guste.
     
  14. bigwave

    bigwave Forista Senior

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    Alegrón, esta noche me lo leo :amo2:;)
     
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  15. rotondator

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    Descubrí el hilo a las dos de la mañana, y a las siete estaba siguiendo la historia...me tienes enganchado
     
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  16. bigwave

    bigwave Forista Senior

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    Me lo he vuelto a leer desde el principio ya q desde el 2018 lo tenia algo olvidado.

    por aquí estaremos esperando las entregas
     
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  17. Basse Corniche

    Basse Corniche Ladyspeed Miembro del Club

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    7- Plástico derretido


    Sin salir de mi asombro, introduje mi mano en el bolsillo del pantalón y saqué el teléfono móvil, dispuesto a buscar el número de algún servicio de taxi, pero al desbloquear la pantalla vi la notificación de dos llamadas de Philippe, que no había escuchado al estar el aparato en silencio. Así que decidí devolverle la llamada.

    —Buenos días, Michel.

    —Buenos días, Phil. ¿Ha pasado algo?

    —No. ¿Qué más quieres que suceda? ¿Dormías?

    —¿Dormir? No, me he despertado pronto. Y maldito el momento.

    —¿Por?

    —Tu buen amigo, el señor Besson, me ha interceptado al salir del aparcamiento, y me ha invitado a desayunar en Éze…

    —Todo un detalle.

    —… Y me ha dejado tirado aquí.

    —Jajaja —Philippe no pudo contenerse la risa —. Un verdadero gentleman el amigo François.

    —No me hace ni p*ta gracia, Phil, te lo aseguro.

    —No te enfades, Michel. Dame media hora y estoy allí.

    Guardé de nuevo mi teléfono. La abundante claridad del despejado día que había despuntado por completo me recordó que había perdido la noción del tiempo tras la interesante conversación. Un vistazo al reloj de mi muñeca me indicó que faltaban pocos minutos para las diez de la mañana. Me senté de nuevo en la mesa en la que el Comisario y yo habíamos estado minutos antes, hecho que no pasó desapercibido para la camarera y su incipiente curiosidad, la cual no pudo reprimir.

    —Disculpa, ¿tu amigo te ha dejado tirado?

    —¿Qué te parece? El muy hijo de… —Respiré antes de soltar ninguna barbaridad inapropiada delante de la joven—. ¿Puedes servirme otro café? —Y se retiró al interior de la cafetería.

    Mi mirada se perdió en un punto indefinido de los altos muros de piedra que, con recelo, resguardaban la antigua villa de Èze. Tras la conversación mantenida con el Comisario, mi miedo, lejos de menguar, crecía. Y no era miedo al robo en sí, algo que no me preocupaba al ser mi oficio, sino al hecho de empezar desde abajo. Y solo. Me había acostumbrado a trabajar en equipo, y había evolucionado de un vulgar chorizo callejero de utilitarios al uso a un ladrón de guante blanco, especializado en coches de alta gama. Una posición privilegiada que hasta me permitía disfrutar de la delincuencia, y siempre respaldado por una gratificante recompensa. Ahora todo eso había terminado y las palabras del comisario me devolvían a la cruda realidad de las calles. Que maravillosa ascensión y que dolorosa caída.

    [​IMG]
    7-1.jpg

    —Invita la casa, por el mal trago —La joven camarera se sonrojó al dejar el café encima de la mesa.

    —Muchas gracias.

    Degustaba los últimos sorbos de aquella segunda taza, cuando el característico sonido del seis cilindros plano del 911 de Mélissa se dejó escuchar a la entrada de Èze. Al instante, la silueta del deportivo azul hizo su aparición, con su temporal inquilino a bordo. Philippe se detuvo en un lateral de la carretera, para facilitar mi acceso sin molestar al creciente tráfico.

    —Gracias, Phil —Al subir al asiento del copiloto fui recibido por Jesus he knows me de Genesis.




    —No hay de que —Viró ciento ochenta grados para emprender la marcha en sentido contrario—. Así que el señor Besson te ha dejado aquí tirado.

    —Como a un perro. ¿Qué te parece? Menudo desgraciado —Bajé la ventana un par de dedos—. Phil, ¿ese tipo es de fiar?

    —Es el director del DGSE, ¿cómo no va a serlo?

    —Me ha propuesto realizar un encargo para un conocido suyo, y algo me dice que no es muy legal.

    —Tampoco era muy legal lo que hacías hasta ahora.

    —Pero yo soy un ladrón.

    —Y él quien se encarga de detener a los que son como tú.

    —¿Y entonces porque me ha sacado de prisión?

    —Ya te lo dijo, eres más útil fuera. Besson es inteligente y sabe jugar muy bien sus cartas, y tú eres una de ellas. Detenerte a ti solo es ganar una mano, un premio de consolación. Él va a por la partida, destapar la organización criminal que hay detrás del robo de los coches.

    —No sé, Phil…

    —Confía en él. Además, no te queda otra —Me resigné ante las palabras de Philippe.

    —Tengo el coche en el hospital —Le comenté al percatarme que no íbamos en la dirección correcta.

    —Lo sé. Vamos a Villefranche —Su respuesta captó toda mi atención— ¿No quieres ver la casa?

    —¿Ya se puede entrar? —Philippe asintió con la cabeza.

    —Legalmente no, pero ya sabes que tenemos ciertos privilegios gracias a nuestro amigo. Eso sí, con mucha precaución.

    —Me asusta pensar el estado en que habrá quedado.

    A los pocos minutos, Philippe detuvo el Porsche justo delante de la verja de la entrada, que se encontraba abierta un palmo. Bajamos del coche y mi amigo la desplazó con la mano, debido a la ausencia de suministro eléctrico. El olor a chamuscado ya desde la entrada era muy notorio, y se acentuó más al avanzar hacia el interior de la parcela. Pero no nos hicieron falta muchos pasos más para descubrir con la luz del día cuan virulentas habían sido las llamas la noche anterior.

    —Ten cuidado —Me avisó Philippe.

    Avanzamos con cautela al interior de lo que quedaba de casa, pero nos detuvimos tras pasar el lugar que ocupaba la puerta de entrada. La estructura había resistido estoica el envite de la explosión, pero no así el interior. Los pocos muebles que no se habían reducido a una montaña de ceniza, se hallaban destrozados, repartidos por el salón y tintados por el hollín de la posterior combustión. Los tabiques habían cedido a la onda expansiva, y las paredes maestras presentaban daños que a bien seguro serían irreparables. Acceder a la planta superior no era factible.

    7-2.JPG
    [​IMG]

    Me asomé con cuidado al ventanal que daba acceso al balcón. Fijé mis ojos en el punto en el que salté por los aires y caí hacía la piscina. Di dos pasos más y me asomé a verla. Esta cobijaba miles de restos. Los más livianos flotaban en el agua enturbiada por los deshechos, los otros se habían posado en el fondo. En ese momento un recuerdo atravesó mi cabeza como un disparo. Había perdido la pistola que Sébastien me había regalado.

    Salí rápido de la estancia y bajé las escaleras. Al llegar a la piscina realicé una primera inspección visual del fondo, pero ningún objeto tenía la forma del arma.

    —¿Qué buscas, Michel? —Me preguntó Philippe, que había seguido mis acelerados pasos.

    —La MAB.

    —Pensaba que ya te habías olvidado de ella —Phil abrió el interior de su abrigo y me entregó el arma—. Estaba al lado de la piscina. Aproveché la confusión para guardarla.

    —Estas en todas, tío Phil. Gracias —Y la guardé en el interior de mi chaqueta.

    Volvimos sobre nuestros pasos para abandonar el jardín, cuando ingresó Fabien en la parcela.

    —¿Cómo estás, Michel? —Pero no pude responderle, e inconsciente me lancé a abrazarlo mientras trataba de aguantar las lágrimas—. Tranquilo Michel, ya pasó todo.

    —¿Qué haces aquí, Fab? —Le pregunté al despegarme de él.

    —Phil me ha dicho que veníais, así que me he acercado a ver primero como estabas, y de paso ver como había quedado la casa.

    —Así es —confirmó Philippe.

    —Pues ya ves que, por suerte, yo estoy bien.

    —Visto lo visto, parece un milagro —Dirigió su mirada hacía los restos esparcidos por el suelo.

    —¿Habéis bajado al garaje?

    —No creo que podamos acceder.

    Aun así, andamos hasta la entrada del garaje, la cual estaba medio abierta. Al intentar elevar la puerta más hacia arriba, esta se resistió. Lo intentamos los tres con más precaución que fuerza, pero comprobamos que no se movía y desistimos de seguir por miedo a que esta cayera y nos lastimara. Me agaché para intentar vislumbrar el interior a través del poco espacio que quedaba disponible, pero la oscuridad creada por el hollín y la falta de luz me impidieron visualizar nada. Mis amigos copiaron mi gesto, y Fabien extrajo una pequeña pero potente linterna de led que llevaba en el bolsillo.

    Al iluminar al interior dos lágrimas cautivas brotaron de mis ojos tras humedecer mis pupilas. Los cascotes que se desprendieron del techo debido a la deflagración, al igual que las estanterías que en la pared sustentaban diversos objetos, cayeron sobre el Alpine, dañando su carrocería, que después fue alcanzada por las llamas, consumiendo gran parte de la misma de forma fugaz, al estar compuesta de fibra de vidrio.

    7-3.jpeg
    [​IMG]

    —Tranquilo, chico —Fabien apagó la linterna y me apartó de la puerta—. Cuando sea seguro entrar lo sacaremos de ahí. Yo me encargaré de devolverlo a sus días de gloria.

    —Gracias Fab —Apoyé mi mano sobre su hombro. —Phil, ¿nos vamos?

    —Claro Michel.

    Caminamos hacia la verja de nuevo, que Philippe cerró cuando Fabien y yo salimos del recinto. Mientras se despedían con un abrazo, ingresé de nuevo en el Porsche. Philippe volvió a ocupar el asiento del conductor. Intento entablar una nueva conversación, pero desistió al ver que yo perdía mi mirada por la ventana de mi puerta, así que se limitó a encender la radio y dejar que los versos de The Boxer de Simon & Garfunkel inundaran mi mente, mientras yo intentaba guardar en mis recuerdos las calles que daban acceso a la casa de Sébastien. Algo me decía que nunca más las volvería a pisar.




    Cerca de las doce del mediodía volvíamos a ingresar de nuevo en el parquin del centro hospitalario. Philippe estacionó el Porsche al lado del Nissan y ambos bajamos.

    —¿Vas a subir a ver a Mélissa?

    —No puedo, Phil. Se daría cuenta de que no he ido al apartamento si subo con la misma ropa maloliente de ayer.

    —No me había dado cuenta… —Contestó de forma irónica mientras retrocedía y agitaba su mano en el aire, para dispersar un falso olor.

    —Muy gracioso, Phil.

    —No te enfades. Una pequeña broma no viene mal en momentos así —Me limité a subir al Nissan—. Michel, tranquilízate, que todo se solucionará.

    —Eso espero. Y recuerda, tu no me has visto, ¿de acuerdo? —Philippe me guiñó el ojo—. Ya me inventaré alguna excusa absurda. Y otra para esta noche.

    —¿Esta noche?

    —Se me ha olvidado decírtelo. Tengo que ir a ver al amigo del Comisario, un tal Lázaro, el dueño del Jimmy’z.

    —¿Quieres que venga a pasar la noche con Mélissa?

    —Créeme que me quedaría más tranquilo.

    —No se hable más.

    Agradecí el gesto a Philippe que se alejó de camino a los ascensores mientras arrancaba de nuevo el Nissan, esta vez sin visitas inesperadas. Salí del estacionamiento y me dirigí en busca de la A8, más conocida como La Provençale, que me llevó en apenas veinte minutos hasta Saint-Laurent-du-Var.

    Estacioné el Nissan en su plaza y subí las escaleras que me llevaron hasta el rellano donde se ubicaba la puerta de entrada del apartamento. Introduje la llave en la cerradura, pero antes de girarla pausé el movimiento de mi muñeca. ¿Y si quien fuera detrás de mí también había estado aquí? ¿Y si todavía estaba? Nada en el entorno indicaba indicios para pensar en esa posibilidad, pero el exceso de miedo me paralizó por completo. Miré hacía atrás y me encontré la calma que esperaba en el pasillo. Así que sin apartar mi mano derecha de la llave introduje mi mano izquierda en el interior de mi chaqueta y extraje la MAB. La empuñé con firmeza, giré la llave un cuarto de vuelta e ingresé con furia en el apartamento.
     
    Última edición: 19 Oct 2023
  18. Juankmen

    Juankmen Doc

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    Lo subo. Nadie se lo debería perder!
     
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  19. bigwave

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    Gracias por la entrega.

    Al volver a la casa debería haber intentado ver el escondite del dinero que meció o en el capítulo anterior
     
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  20. Basse Corniche

    Basse Corniche Ladyspeed Miembro del Club

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    Se volatilizó. O eso parece...
     
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  21. pablo116d

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    @Basse Corniche El primer libre termina en el capitulo 29: Reducción Salarial?

    He visto este hilo pero las primeras líneas cambian mucho a como dejaste a Michel en el otro hilo !!
     
  22. Basse Corniche

    Basse Corniche Ladyspeed Miembro del Club

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    No no, tengo que actualizar el hilo del primer libro, ya que acaba en el capítulo 46.
     
  23. bigwave

    bigwave Forista Senior

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    El libro completo está en Amazon, no?

    yo creo que lo compre en su día
     
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  24. MiniFER

    MiniFER Vicepresidente Ejecutivo Miembro del Club

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    Acabo de adquirir el libro en Amazon. Conociendo un poco al autor, la temática del libro, etc. no puede faltar en mi colección.
    Estoy terminando un buen libro sobre un viaje de 4 años a lomos de una Triumph, me está encantando y necesito tener el siguiente.

    Por supuesto, comprado en formato papel, porque si la escritura es algo más que juntar letras, la lectura significa algo más que pasar los ojos por ellas. Al menos para mi
     
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  25. bigwave

    bigwave Forista Senior

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    Se ha echado de menos esta semana
     
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  26. Basse Corniche

    Basse Corniche Ladyspeed Miembro del Club

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    8- Lázaro



    Y por inaudito que pareciese debido a los últimos acontecimientos, el apartamento se encontraba en el mismo estado que siempre. Una rápida inspección a las estancias confirmó que todo estaba tal y como se había quedado la última vez que Melissa y yo lo habitamos.

    Me senté en el sofá y respiré de manera profunda, aliviado, como hacia días que no respiraba. Fijé mi mirada en la pantalla del televisor, negra por completo al estar apagado, y en la que solo se veía mi reflejo.

    8-1.jpg

    Empecé a proyectar en ella mis pensamientos, y también a valorar la nueva realidad que conformaba mi vida, y de la que por desgracia no podía escapar. Adaptarse o morir. Me asustaba de sobremanera el no saber que me deparaba el futuro. Tampoco lo sabía antes, pero de alguna manera me sentía seguro arropado por la compañía incondicional de Mélissa, y la ayuda desinteresada de mis amigos. Pero ahora me invadía un desbocado sentimiento de soledad, uno como hacía años que no sentía. Tan incontrolable como el pánico que parecía querer apropiarse de mi mente. Necesitaba buscar la parte positiva de la situación, que sin duda era que Mélissa estaba viva, y protegida. Esa certeza era la única que me ayudaba a disipar mis temores y seguir adelante.

    Abandoné mis pensamientos y me incorporé de nuevo para dirigirme al baño. Pese a que me había duchado la noche anterior, mi piel se había impregnado del olor a humedad y barbacoa de aquella ropa endurecida, la cual deposité en el cesto que había al lado de la lavadora en cuanto me despojé de ella.

    Tras poco más de veinte minutos salí del baño hacia el dormitorio. El reloj de la mesita, con sus enormes dígitos iluminados en un intenso verde, indicaba que faltaban unos pocos minutos para las cuatro de la tarde, así que decidí desnudarme de la toalla y ponerme un chándal para estar algo más cómodo. Una vez vestido me estiré en la cama por unos instantes. El cuerpo me pesaba y pensé que reposar un rato aliviaría parte de mi cansancio…

    Cuando abrí los ojos de nuevo, la oscuridad reinaba en toda la estancia. Adormilado busqué con la mirada el reloj, y comprobé con angustia como la pequeña cabezada se había alargado por casi tres horas. Me sentí culpable por haber dormido tanto rato, así que me incorporé de manera abrupta y abrí el armario. Rebusque entre la ropa algo elegante pero cómodo, ya que el sitio en el que me habían citado, el Jimmy'z, era uno de los clubs más selectos de Mónaco, y del mundo, testigo de las mejores fiestas del principado, y el favorito por años de los pilotos de la categoría reina del automovilismo.

    Yo no tenía el cuerpo para muchas fiestas, y en otras circunstancias hubiera dormido hasta la mañana siguiente, pero me había comprometido con el comisario y no quería causar mala impresión. Una camisa blanco hueso, un pantalón de pinza de color teja, y unos mocasines en gris oscuro eran suficientes. Una chaqueta larga y gris adornaba el vestuario, y de seguro que me ayudaría a paliar el frio que reinaría a lo largo de la noche.

    Abandoné el apartamento y me dirigí de nuevo al Nissan. Deposité el abrigo en el asiento del acompañante, me acomodé y puse rumbo al principado mientras el equipo de música reproducía Chase de Giorgio Moroder.



    Tardé algo más de media hora en atravesar una Basse Corniche con un tráfico que por suerte nada tenía que ver al de la época estival, y antes de las nueve de la noche, el frontal de mi coche se detenía casi al final de la avenida Princesse Grace, justo delante de la barrera que me impedía el paso a mi destino final.

    —¿Buenas noches, que desea? —Me preguntó una voz masculina desde un interfono situado a la altura de mi ventana.

    —Voy al Jimmy’z

    —Aún no está abierto

    —Lo se, he quedado con el señor Lázaro.

    —¿Su nombre? —La voz de mi interlocutor se tornó algo despectiva.

    —Michel Gratón —y el silencio por respuesta—, ¿disculpe?

    Pero no recibí ninguna contestación verbal. En cambio, la barrera pivotó noventa grados sobre su eje y me facilitó el paso por la larga recta que conducía a la discoteca. Avancé en primera marcha, a una velocidad casi de persona, tan lento que apenas el cuentakilómetros lograba acariciar el segundo dígito del marcador. A pocos metros, a mi derecha, se descubría la entrada al edificio que cobijaba las mejores fiestas del mediterráneo. Pero ahora no era uno de esos momentos, pues como me había indicado la voz del interfono, el local todavia no había abierto.

    No podía estacionar el Nissan justo en la entrada, así que avancé hacia tres plazas de aparcamiento situadas a unos veinte metros de la puerta, una de ellas ocupada por un precioso Maserati Grancabrio en un radiante color blanco perlado. Me bajé de mi deportivo nipón y me quedé contemplando el descapotable italiano. Acerqué la cabeza a la ventana del conductor a la vez que con la mano me hacía de visera para poder vislumbrar mejor el interior, cuando una voz desconocida interrumpió mi vouyerismo automovilístico.

    8-2.jpg

    —¿Te gusta? —La pregunta formulada con un tono de voz grave y con cierto acento latino, provenía de un hombre alto y corpulento, de tez morena y cabeza afeitada. La oscuridad de su piel contrastaba con el traje blanco que vestía, zapatos en blanco brillo incluidos, y esa monotonía cromática se rompía por el brillo de las cadenas, pulseras, reloj y anillos de oro que adornaban su cuello, muñecas y dedos respectivamente—. Luego damos una vuelta en él.

    —Usted debe ser Lázaro, ¿verdad? — Me acerqué a estrecharle la mano.

    —Así es —mi gesto fue correspondido añadiendo una sonora palmada en el hombro —, pero tutéame por favor. Vamos dentro a tomar algo.

    Seguí los pasos de Lázaro hacia los adentros de Jymmi’z. Un muy alto y musculado joven nos abrió la puerta para facilitarnos el ingreso. En el interior, una veintena de personas corrían de un lado para otro al ritmo de I feel Love de Donna Summer, rematando los últimos detalles para la apertura de una nueva noche de diversión y desenfreno para la jet set del principado.



    —Disculpa el ajetreo, pero estas noches están siendo muy intensas. Las navidades son fechas de mucho movimiento en el principado.

    Seguí a Lazaro hasta una de las mesas del exterior, donde me ofreció tomar asiento. Y antes de que mis posaderas tocasen el mullido sofa de sky, una joven se acercó para preguntarnos que queríamos.

    —Yo lo de siempre, Marie. ¿Y tu Michel?

    —Una tónica

    —Un Gintonic, querrás decir —me corrigió Lázaro.

    —No, no de verdad, te lo agradezco Láz…

    —No le hagas caso Marie, tráele un Gintonic

    —¡Que no esté muy cargado, por favor! —fue lo único que alcancé a gritarle a la joven Marie antes de que desapareciera en el interior del local. De mientras, Lázaro había sacado un paquete de Marlboro, del cual había extraído un cigarro y me había ofrecido otro, el cual acepté de buen gusto.

    —Me ha comentado mi buen amigo François… — Pausó para encenderse el cigarro mediante una cerilla, exhaló la primera bocanada de humo y prosiguió—, que tienes una interesante habilidad con los coches, y no solo al volante.

    —Seguro que el amigo François exageró en sus palabras —Lázaro exhaló una nueva bocanada de humo y acercó su cabeza hacia el centro de la mesa. Su tono de voz cambió a un punto más intimidatorio.

    —Se que eres el que ha robado todos los coches para aquel árabe malnacido.

    —Veo que Nasser se encargó de hacer buenas amistades.

    —Está mejor muerto créeme, era un cáncer para los negocios — Volvió a relajar su posición.

    —¿De coches? —Repliqué mientras tomaba la copa de Gintonic que nos acababan de servir.

    8-3.jpg

    —De todo —Lázaro hizo lo mismo con su vaso de puro ron cubano—. Era despiadado, siempre quería más por menos, apretaba sin contemplación, lo que le llevaba a generarse más enemistades.

    —Entiendo que en eso consisten este tipo de negocios, ¿no? En sacar el máximo beneficio de cualquier transacción.

    —En teoría si, Michel. Pero esto es la Costa Azul, esto es diferente. El principado es pequeño pero fructífero, y hay sitio para todos si caminas con cautela.

    —¿Y si no?

    —Ya te lo he dicho, chico, el principado es un sitio pequeño. Un mal paso y puedes pisar a alguien —propinó una última calada al ya casi extinto cigarro—, y créeme que Nasser dio más de un mal paso.

    —Curiosa metáfora. Pero creo que no querías conocerme solo para hablar de Nasser

    —Cierto —le propinó un trago al vaso como si su contenido fuese agua mineral, y se incorporó —¡Sígueme!

    Deshicimos el camino hacia el exterior del local, y nos dirigimos al Maserati. Lázaro caminó hacia la puerta derecha, se giró y me lanzó las llaves.

    ¿Has llevado alguna vez un Maserati? —En mi cabeza se proyectó fulgurante la silueta de Deméter, pero preferí ocultar esa información, y negué su pregunta con un gesto de cabeza —Ya verás, es como un Ferrari, solo que más civilizado.

    Pero desde luego el sonido al arrancar decía todo lo contrario. El ronroneo del V8 a ralentí era bronco, y ya dejaba entrever la potencia que escondía bajo el capó delantero.

    —¿Dónde vamos? —Le pregunté tras pasar la barrera de salida.

    —Vamos dirección Niza, por la Moyenne Corniche, si quieres —me replicó mientras desde su asiento accionaba el techo del Maserati, para dejarnos completamente al descubierto—. Me encanta este cacharro — accionó el equipo de música y empezó a sonar 537 Cuba de Orishas—. Si sientes frio, los asientos son calefactados.



    Avanzamos por los túneles del principado para abandonarlo lo más rápido posible, y a los pocos minutos nos adentramos en la Moyenne Corniche. A Lázaro le había sonado el teléfono, y hablaba con su interlocutor de forma distendida en castellano. Como no lo entendía, me limité a disfrutar del descapotable del tridente. La verdad es que el tacto de su dirección era fenomenal, y para nada se sentía como un Gran Turismo torpe de cuatro plazas. Y el sonido tanto al subir de vueltas como el borboteo de los escapes al reducir, era adictivo. Aquella máquina me había hecho olvidar por unos instantes los malos momentos vividos en los últimos días.

    Pasamos de nuevo por Èze, por lo que no pude evitar recordar la estampida del comisario por la mañana. Al dejar atrás el bucólico pueblo amurallado, Lázaro finalizó la llamada y se dirigió a mí.

    —Perdona Michel, era una llamada que tenía que atender —le quité importancia moviendo la mano en un vaivén horizontal.

    —¿Qué coches necesitas?

    —Ninguno. El coche ya lo tengo —La respuesta me dejó intrigado—. Lo que necesito es que lo conduzcas.

    —¿Quieres que sea tu chofer? —Le pregunté extrañado.

    —Si, pero no tienes que llevarme a mí, serás mi transportista. Verás —Lázaro giró su cuerpo hacia mí, para crear más interés a sus palabras—, tengo cierta mercancía que requiere de un transporte especial, que no se puede hacer en furgoneta, ya me entiendes… Y para ello necesito el mejor conductor.

    —Yo no soy el mejor conductor.

    —No es lo que mi amigo François me ha dicho, y el señor Besson es muchas cosas, pero no creo que mentiroso sea una de ellas. Además —se llevó su mano izquierda al interior de su chaqueta, y sacó un fajo de billetes —, suelo pagar bien los portes —Y colocó el dinero en el interior de mi chaqueta —. Esto por el paseo de hoy; seguro que te ayuda a tomar la decisión.

    No pude ver con claridad la cantidad de billetes, ni el color de estos, pero aquel taco ejercía peso y presión en la chaqueta. A veces se me olvidaba que estábamos en la Costa Azul, pero detalles como estos se encargaban de recordármelo. Lázaro extrajo un cigarro del paquete y un mechero Zippo con una estrella roja, símbolo del máximo exponente de la revolución cubana.

    En el preciso instante que propinó la primera calada, unos focos obviaron cualquier distancia de seguridad, y se acercaron peligrosamente a la trasera del Maserati.

    —Más vale que aceleres, chico —. El semblante de Lázaro se tornó preocupado mientras observaba por el retrovisor como aquel coche se acercaba de manera fugaz.
     
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  27. Gus

    Gus Tali-bahn Administrador Coordinador

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  28. Basse Corniche

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    No te imaginas la satisfacción que sentí ayer cuando lo terminé. Fue una sensación que hacía mucho que no sentía, indescriptible, como de flotabilidad. ¿Te ha gustado este capítulo?
     
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  29. Gus

    Gus Tali-bahn Administrador Coordinador

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  30. fernandobiker12

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    Uf, justo cuando las cosas se ponen interesantes y va a tener que sacar las manos a relucir el compañero :popcorn::popcorn:
     
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