El mundo de la construcción es duro. Muy duro. Y los empresarios de la construcción, más.
Si vas adelante con la idea, contrata un abogado de tu confianza que te asesore para todos los contratos, y haz todas las preguntas antes de firmar nada. Vergüenza cero.
Que te lo planifiquen todo antes de empezar a mover nada. Todo es todo: Desde la situación urbanística del solar (y Registro, catastro, impuestos y todo lo demás) hasta los costes de adquisición, planificación fiscal, financiación, fondo para imprevistos, coste de redacción del proyecto, obtención de la licencia, ICIO, avales, el presupuesto de ejecución de la obra incluyendo cada partida, desde movimiento de tierras, cimentación y estructura hasta los tapones de los lavabos, con Excel al céntimo, seguridad y prevención de riesgos, seguros (decenal en principio no te hará falta), honorarios de profesionales... hablo de memoria, seguro que me dejo algo.
Aparte, para la obra en sí, igual de importante que el arquitecto (a veces más) es el aparejador. Contrátalo tú. Es decir, que no sea el de la constructora. Y vigila que vigile la obra constantemente. Por mil razones, hace falta un profesional que “vea” el problema de la semana que viene... a toro pasado lo ve cualquiera. Con buenos profesionales (contrapesados unos con otros) llegarás a buen puerto, y a la larga te ahorrarás un poco de dinero y probablemente muchos disgustos.
Y tendrás la satisfacción de disfrutar una casa hecha conforme a tu pedido.