Marc Márquez y la carrera más difícil
El ocho veces campeón del mundo se enfrenta a una batalla contra el único rival al que no puede vencer.
Marc Márquez en el Circuito de Jerez en este 2020
El domingo 19 de julio de 2020, Marc Márquez se iba al suelo en la carrera del Gran Premio de España que inauguraba una temporada pospuesta por la pandemia del Covid-19. Tratando de enmendar un error anterior que le había relegado a las últimas posiciones, comenzó una remontada memorable que cimentó en una velocidad endiablada y edificó a base de certeros adelantamientos.
Nada que ver con la alocada remontada de Argentina 2018. En esta ocasión, parecía estar canalizando la rabia a la perfección para llegar hasta una segunda plaza que, dadas las circunstancias, hubiese resultado fantástica en términos de campeonato. Sin embargo, el destino es caprichoso y tenía otros planes: cuando menos estaba arriesgando, se cayó.
El dolor llegó de inmediato para comunicarle que su carrera había terminado ahí. Lo que nadie podía imaginar es que, en ese preciso momento, estaba comenzando otra carrera: las más difícil de toda su vida. Una batalla con el único rival al que no puede vencer: su propio cuerpo.
La parrilla de salida del GP de España 2020, la última con Marc Márquez
Fractura del húmero del brazo derecho. Nervio radial no dañado. Una de cal y una de arena.
Visita al quirófano y listo. Era martes 21 de julio. Cuatro días después, volvió al lugar donde empezó todo dispuesto a correr el Gran Premio de Andalucía. Le dieron el apto al comprobar que tenía la fuerza suficiente en el brazo como para domar su Honda RC213V y él se lanzó a la pista en el FP3. Dio 18 vueltas. Salió a la FP4. Dio 10 más. Se presentó en la Q1… y volvió al garaje sin completar una sola vuelta.
Algo no iba bien.
Sintió que el brazo le fallaba y que era peligroso pilotar así. Todavía no sabía que estaba inmerso en la carrera más difícil de su vida. Empezaría a sospecharlo unos días después, cuando intentó abrir una ventana en su casa y sintió que algo se rompía. Era la placa de titanio que le colocaron: se había dañado y tocaba reemplazarla por una nueva. El motivo era la acumulación de estrés en la zona.
Segunda operación. Era lunes 3 de agosto.
Fue la primera vez que supo que le iba a tocar ver unas cuantas carreras desde el sofá. Pasaban las citas y las noticias llegaban en un escueto goteo semanal, comprimidas como píldoras en medio de los comunicados habituales de Honda: el próximo fin de semana, Stefan Bradl volverá a acompañar a Álex Márquez mientras Marc Márquez continúa su recuperación. Palabras que se repetían semana tras semana.
Marc Márquez reapareció en el GP de Andalucía
La carrera más difícil seguía adelante: ver cómo todos sus rivales disfrutaban de horas de asfalto, cómo el universo MotoGP seguía girando en círculos, trazando sus curvas, frenando, acelerando, adelantando… sin él. Para Márquez, la carrera más difícil es aquella en la que él no está en la moto, y empezaba a ser eterna.
También desde fuera: la ausencia de noticias concretas sobre la evolución de recuperación y, sobre todo, la falta total de plazos más o menos concretos en un mundo supeditado a los calendarios era el caldo de cultivo perfecto para el peor enemigo de la información: la especulación. El sepulcral silencio de piloto, entorno, equipo y marca encontraba férrea oposición en el terreno de las redes sociales, donde se sucedían los rumores y las teorías.
La bomba estalló a finales de octubre en las páginas de
Mundo Deportivo: algo no iba bien y la posibilidad de la tercera operación se tornaba cada vez más real. La versión oficial de la marca del ala dorada lo desmintió tímidamente, y la cara de Alberto Puig al ser preguntado por ello en DAZN reveló más que sus ambiguas palabras. El movimiento de su boca, que se ceñía a la confianza en el tratamiento conservador seguido por su pupilo, extendía un cheque que no encontraba fondos en la preocupación exhibida por sus ojos.
Marc Márquez aguardando en el pit lane
Más especulaciones, rumores y teorías. Así hasta que, el jueves 3 de diciembre, Honda confirmaba –nocturnidad mediante- la noticia que ya estaba en todos los medios:
Marc Márquez se había sometido a una tercera operación, esta vez en Madrid. La consolidación de la fractura se había estancado y el tratamiento con ondas de choque había sido estéril.
De repente, una palabra que ya se susurraba en las semanas anteriores, comenzó a resonar con un profundo eco en el paddock virtual: pseudoartrosis. Explicado de forma sencilla: en condiciones normales, después de una fractura el organismo se encarga de fusionar los huesos que se han separado. Sin embargo, en ocasiones, cuando la curación de una fractura no es la adecuada, el organismo cree que dichos fragmentos no son parte del mismo hueso y no intenta unirlos.
De ahí la necesidad de una tercera intervención, en la que se ha retirado la placa anterior para colocar una nueva que, en esta ocasión, contiene un aporte de injerto de la cresta iliaca. En cristiano: le han quitado una lasca de hueso de la pelvis para ponérselo junto a la placa y ayudar al cuerpo a entender que tiene que unir esos huesos. Ocho horas de operación sin incidentes.
Marc Márquez, operado por tercera vez.
Un nuevo paso por boxes en una carrera que, por desgracia, se ha tornado en una suerte de flag to flag en el que la única bandera que Marc quiere ver es la bandera a cuadros, la que le conecte con la bandera verde del final del pit lane que dé inicio a la FP1. Desgraciadamente, han pasado cuatro meses y todavía está en la parrilla de salida.
De nuevo, la versión oficial no habla de plazos de recuperación. Sea porque los desconozcan o porque no lo quieren decir, de nuevo la especulación se abre paso. Se habla ya de seis meses, lo que le dejaría fuera hasta principio de junio, perdiéndose en torno a seis grandes premios, casi un tercio de la temporada. Otras versiones apuntan a que no está descartada su presencia en el GP inaugural en Qatar.
Ahora, lo importante es que Márquez entienda que esta carrera no se puede ganar atacando. Que aquí no hay que frenar más tarde ni acelerar antes. Que no hay que buscar huecos por los que colarse. Por eso es la carrera más difícil de su vida: porque no la puede ganar haciendo lo que mejor sabe.
Marc Márquez esperando en parrilla de salida
No puede ganar a su cuerpo, porque si su cuerpo pierde, también pierde él. Tiene que firmar un pacto interno consigo mismo, cambiar la velocidad por la calma, la tensión competitiva por la paciencia y firmar las tablas con su propio cuerpo. Porque no es que sea un rival al que no pueda vencer. Lo que sucede es que, en realidad, no es su rival. Nunca lo ha sido. Es su aliado.
Acostumbrado a supeditar su cuerpo a su instinto, esta vez tiene que apagar ese instinto y dejar que sea el cuerpo quien decida los movimientos. Cambiar los roles: pasar de mandar sobre su cuerpo a obedecer al mismo.
Y apagar ese instinto es lo más difícil de esta carrera, porque es ese mismo instinto el que le ha llevado a ser uno de los pilotos más grandes de la historia del motociclismo. Si quiere seguir agrandando esa leyenda, durante los próximos meses no le queda otra que cambiar la correlación de fuerzas de su interior. No tiene más remedio que renunciar a su propia esencia, a lo que le define como piloto.
Solo así conseguirá volver a verse en una parrilla, esperando a que se apague el semáforo para volver a las carreras que, gane o pierda, son fáciles para él: las que consisten en correr más que los demás. Pero para eso primero tiene que ganar esta.