Es bueno, eh? Ese libro hay que leerlo de adulto, y no cuando nos obligaban. Todos lo conocen pero pocos lo han leído siendo ya adultos
Yo he empezado El Unicornio, del argentino Manuel Mujica Láinez. Ya os contaré, pero por la época en la que está ambientado me gustará seguro
Bueno, estoy en el camión y no sé si saldrán bien las fotos con ésta luz. Hace poco compré un libro por azar Pues me gustó tanto que el viernes pasado he comprado otros dos del mismo autor (me falta otro para completar la colección, pero no estaba
Policiaca, pero mezclada con historia, el primer libro que me he leído (que no es el primero de la saga) habla de Zugarramurdi. He editado el mensaje (por si no lo has visto)
Por aquí os dejo mi último artículo, por si os apetece echarle un ojo: Goya, «La gata que venía del cielo» Por Jorge R. Rubio / 08/09/2024 Hace unos meses tuve una lectura a la par de entretenida que de enternecedora: “El gato que venía del cielo”, del escritor japonés Takashi Hiraide. En ella se va desarrollando una historia, a lo largo del tiempo, en el que el propio escritor y su esposa, así como un gato callejero, forman el trío protagonista de la misma. Un servidor, mientras abordaba la trama propuesta por el autor nipón, no podía evitar las comparaciones, esas que en muy pocas ocasiones no se convierten en odiosas, por la similitud entre los hechos argumentativos de la obra, con los acaecidos en mi propia vida a lo largo de los últimos años. Grosso modo, mi mujer y yo también terminamos adoptando una gata de la calle que, por momentos, pareciera haber llegado desde un mundo muy lejano para acometer una misión; la de acompañarnos en este transitar llamado vida. La misma donde unos se apean sin explicaciones o porqués y otros entran de modo enérgico para ponerlo todo patas arriba y cambiar el rumbo personal de los que aquí nos quedamos consumiendo ese tiempo extra que se nos ha otorgado. Gregoria, Goya para los amigos La encontramos arrimada contra un bordillo, una calurosa mañana de verano del año 2014. Siempre recordaré aquel momento, ya que fue Tula, una perra mestiza que habíamos recogido de la calle poco tiempo antes, la que, ojo avizor, se percató de su presencia. Fue gracias a los pequeños maullidos que lograba emitir a pesar de encontrarse en un estado escuálido y al borde de decir adiós cuando apenas hacía unas semanas que había comenzado su vida. A decir verdad, no era la primera vez que la veíamos. Unas noches atrás fue mi mujer quien se percató de su presencia en el portal de acceso a la casa de un vecino. Por aquel entonces yo, que de empatía iba justo (ahora sigo atesorando un nivel similar, el mismo que me protege de la desidia de la ingente cantidad de anormales e hijos de la gran p*ta que circulan a nuestro alrededor), le dije a Laura que no le hiciera demasiados ojitos porque no podíamos quedárnosla. Es curioso como días después, teniéndola a menos de un metro de distancia y con Tula achuchándole con el hocico, creyendo que estaba muerta, me hizo cambiar de opinión y llevármela a casa. Aquella mañana engulló todo cuanto le echamos de comer y si bien pintaban bastos en su futuro inmediato, ya que estaba desnutrida y seca como la mojama, consiguió salir adelante y convertirse en una gata adulta y sana. Entre otras cosas porque la perra la tuvo en su regazo durante las primeras semanas como si de su propia cachorra se tratara. Iba tras ella a todas horas, le daba lametazos por castigo y la recogía con las patas contra su pecho cuando ambas disfrutaban del sol en el patio trasero de nuestra antigua vivienda. De alguna forma la naturaleza se conjuró en su favor y ambas, una perra mestiza ovejera que justamente semanas antes se había visto en una situación similar, y una gata blanca y negra, de esas que no suelen hacer ojo en la gatera de cualquier protectora al uso, lograron salir adelante entregándose lo único que tenían en su haber: Su lealtad y presencia. Nada más que eso, pero que en estos casos es más que suficiente para patearle el culo a la desesperanza más perversa y desalentadora. Hoy, 10 años después de aquellos días, paso la mayor parte de mis días junto a ella y otros dos perros, incluida Tula, que conviven de manera integrada y ordenada, sin un más ni un menos. Además, y esto es lo curioso del asunto, suelo tener con ella, habitualmente, charlas casi “freudianas” donde yo le pregunto mirándola fijamente a los ojos y poniéndole voz de pito y ella, siguiéndome el rollo, me contesta. En ocasiones soy consciente, y estoy plenamente convencido de ello, o al menos esa es la idea que me ronda la mente, que entiende a la perfección lo que le digo. De igual modo me hago cargo de todo aquello que precisa en el momento que me lo hace saber y entre charla y charla nos recordamos el uno a la otra de que muy probablemente, ambos, no tengamos la azotea muy acorde a estos tiempos que corren. En lo personal es una situación que me es prácticamente indiferente, de hecho cada día que pasa aumenta esa sensación, y a ella, tal y como yo lo veo, creo que también. Solo nos preocupamos de que la vida fluya entre estas cuatro paredes sin más propósito que el de vivir. La cuestión es que los días pasan, que es esencialmente lo importante del asunto, junto a la gata parlanchina, Gregoria, inicialmente Gregorio (hasta que supimos que era hembra) Goya para los amigos. Esa que por suerte se unió a nuestra existencia una calurosa mañana de mediados de verano. No sabemos si venida del cielo, pero sí compensando en forma de vida todo aquello que poco antes esta última nos había arrebatado de manera funesta y sin explicación alguna, dándonos además habida cuenta de la fragilidad que nos envuelve aunque, por momentos, estemos plenamente convencidos de justamente todo lo contrario.
Mira que me gustó Yo soy Pilgrim, pero este llega un punto en la trama que no hay por donde cogerlo. Ya dirás tus impresiones.
Acabo de terminar con este: Es la primera vez que leo algo de Javier Marias y la verdad es que es muy reiterativa la retórica general del libro. Puedes saltarte la mitad de las páginas ya que estas no son parte de la trama en si. Más bien una manera de explicar de manera muy distendida cualquier situación, acción, persona o ambiente en concreto.
No, y no por falta de ganas. Ahora que por fin he cogido velocidad de crucero, tengo a ese autor entre los que quiero leer, junto a Honore de Balzac, entre otros.