Bueno, como podréis ver el coche está absolutamente impecable, sólo tiene 99.000 km de los cuales 1.500 ya se los he hecho yo así que puedo dar una impresión bastante fiable de como se comporta.
El motor es un 2.2 a carburación de 115 cv, carrera larga y muy suave de funcionamiento. La potencia es sobrada para conducir cómodamente por autopista y carretera pero evidentemente no se le pueden pedir aceleraciones fulgurantes...claro que eso tampoco es lo suyo.
El comportamiento en carretera es espectacular siempre y cuando se comprenda que un CX es la antítesis de un BMW, carga muchísimo peso delante y el balanceo de la carrocería y la enorme batalla hacen que en curvas enlazadas tengas que levantar el pie sí o sí porque le cuesta un montón entrar en la trazada, pero en cuanto apoya se puede pasar muy muy rápido porque no hay manera de moverlo del sitio. La dirección es rápida, rapidísima, aunque cuesta acostumbrarse al famoso DIRAVI que hace que se centre automáticamente a la que sueltas el volante, simplemente hay que sujetarlo a la salida de las curvas y acompañarlo en el retorno.
Los frenos...MADRE MÍA...los recordaba de mi primer coche, un GS, y siguen siendo de lo mejor que he probado en mi vida, la potencia de frenado es impresionante simplemente con acariciar el pedal debido a la enorme asistencia que tiene el servofreno que va mandado por el mismo circuito hidraúlico que gobierna la suspensión y la dirección.
Me tengo que ir al trabajo así que luego seguiré contando más cosas pero como primer resumen os diré que es un verdadero cochazo aún hoy en día, así que no digamos nada en la época en que fue diseñado hace más de 40 años