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Clan Leader
Corte al tráfico de la Gran Vía: el caos se apodera del centro
Los peores presagios se cumplieron. El primer día de cierre al tráfico de la Gran Vía por parte del Ayuntamiento desembocó en un caos circulatorio total, justo al inicio del macropuente de diciembre. El ambiente en los accesos a la emblemática avenida y en el resto de calles restringidas en el centro fue desde el comienzo –pasadas las 17 horas– un estridente concierto de silbatos de policías, cláxones, retenciones y nerviosismo por parte de los conductores:«Es caótico», reconocían los agentes de Movilidad.
La confusión en los tres ejes de la capital fue el denominador común durante toda la tarde. «Muchos conductores no estaban informados y se han enterado ahora de que no podían pasar», explicó uno de los agentes encargados de la circulación.
La crítica principal, más allá del propósito de la medida, fue la «improvisación» del equipo de Gobierno de Manuela Carmena. Una prueba de ello es la repentina actuación de los aparcamientos privados de la zona. En el de Mostenses, como detalló su responsable, Emilio Cachadiña, recibieron lanotificación por la mañana. «Lo lógico es que nos hubieran avisado a mediados de noviembre, que es cuando pedimos una reunión como todas las navidades, pero se ha hecho deprisa y corriendo», declaró. Apenas quince minutos en cualquiera de estos aparcamientos bastaban para hacerse una idea del desconocimiento generalizado entre los clientes, que continuamente acudían para pedir información y las tarjetas identificativas para poder meter su vehículo.
Los agentes, en función de la ubicación, derivaban a los coches a las calles colindantes, sin una planificación clara. «Si alguien me dice que va a trabajar le voy a dejar pasar, no podemos estar cinco minutos pidiendo a cada conductor que explique con detenimiento hacia donde se dirige», indicó otro de los agentes, ubicado en el control de Alcalá con la Gran Vía.
La congestión, no obstante, no se debió únicamente al desvío de los vehículos a las vías colindantes, sino al atasco que se formaba en estos mismos puntos. En la Gran Vía, con un solo carril de acceso, los taxis, autobuses y otros vehículos autorizados se agolpaban formando un embudo. «No quiero ir a la zona cortada, pero así es imposible», narraba Marcelo, un conductor atrapado en Cibeles. Mientras esté vigente esta medida, solo podrán acceder los residentes o titulares de plazas de aparcamiento; quienes salgan de un garaje en la zona o se dirijan a él y los que trasladen a una vivienda a personas enfermas o de movilidad reducida.
Si bien el corte al tráfico se planteó para favorecer al peatón, llamaba la atención que en los carriles habilitados para tal efecto no hubiera apenas viandantes. «No me da mucha seguridad», apuntaban, a pesar de que un enorme cartel que avisaba en el suelo de la zona peatonal.

Los peores presagios se cumplieron. El primer día de cierre al tráfico de la Gran Vía por parte del Ayuntamiento desembocó en un caos circulatorio total, justo al inicio del macropuente de diciembre. El ambiente en los accesos a la emblemática avenida y en el resto de calles restringidas en el centro fue desde el comienzo –pasadas las 17 horas– un estridente concierto de silbatos de policías, cláxones, retenciones y nerviosismo por parte de los conductores:«Es caótico», reconocían los agentes de Movilidad.
La confusión en los tres ejes de la capital fue el denominador común durante toda la tarde. «Muchos conductores no estaban informados y se han enterado ahora de que no podían pasar», explicó uno de los agentes encargados de la circulación.
La crítica principal, más allá del propósito de la medida, fue la «improvisación» del equipo de Gobierno de Manuela Carmena. Una prueba de ello es la repentina actuación de los aparcamientos privados de la zona. En el de Mostenses, como detalló su responsable, Emilio Cachadiña, recibieron lanotificación por la mañana. «Lo lógico es que nos hubieran avisado a mediados de noviembre, que es cuando pedimos una reunión como todas las navidades, pero se ha hecho deprisa y corriendo», declaró. Apenas quince minutos en cualquiera de estos aparcamientos bastaban para hacerse una idea del desconocimiento generalizado entre los clientes, que continuamente acudían para pedir información y las tarjetas identificativas para poder meter su vehículo.
Los agentes, en función de la ubicación, derivaban a los coches a las calles colindantes, sin una planificación clara. «Si alguien me dice que va a trabajar le voy a dejar pasar, no podemos estar cinco minutos pidiendo a cada conductor que explique con detenimiento hacia donde se dirige», indicó otro de los agentes, ubicado en el control de Alcalá con la Gran Vía.
La congestión, no obstante, no se debió únicamente al desvío de los vehículos a las vías colindantes, sino al atasco que se formaba en estos mismos puntos. En la Gran Vía, con un solo carril de acceso, los taxis, autobuses y otros vehículos autorizados se agolpaban formando un embudo. «No quiero ir a la zona cortada, pero así es imposible», narraba Marcelo, un conductor atrapado en Cibeles. Mientras esté vigente esta medida, solo podrán acceder los residentes o titulares de plazas de aparcamiento; quienes salgan de un garaje en la zona o se dirijan a él y los que trasladen a una vivienda a personas enfermas o de movilidad reducida.
Si bien el corte al tráfico se planteó para favorecer al peatón, llamaba la atención que en los carriles habilitados para tal efecto no hubiera apenas viandantes. «No me da mucha seguridad», apuntaban, a pesar de que un enorme cartel que avisaba en el suelo de la zona peatonal.